Con esto me despido hasta el 2026.
Os deseo unas Felices Navidades y un maravilloso Año Nuevo. Os espero, Dios mediante, en este Oficio de tinieblas en enero.
La Llobera (VI)
17 de diciembre
Luna creciente
Lavapiés
Llara se limpió el barro de los zapatos antes de detenerse frente al portón de madera.
Aparentemente nada había cambiado en el palacete. Seguía trabajando en las cocinas, no a disgusto, pues, de cara a la cena de Navidad, acababa el conde de contratar a un cocinero francés que decía haber trabajado para la mismísima emperatriz Eugenia, un tipo grueso y afable, empeñado en enseñar a la chiquilla artes culinarias propias de la corte. Le ayudaba Llara gustosa con el idioma de Cervantes y, a cambio, era la muchacha ya capaz de chapurrear cuatro cosas en un francés más que decente.
Don Isaac por su parte, parecía ya recuperado de sus males. Decía el servicio que no había abandonado sus modos severos, su seriedad, pero ciertamente la palidez y la delgadez eran menos pronunciadas. Comía mejor, mucho mejor, y a su figura había regresado la corpulencia propia de un hombre vigoroso que aún no había alcanzado la treintena. De esta mejoría se corrió la voz entre las jóvenes debutantes y no eran pocas las familias que ya dejaban sus tarjetas en la entrada buscando una visita, atraídas por la riqueza de los Revoa, la existencia de un heredero de no mal ver y el título que le acompañaba. No se le escapaba a Llara que esas muchachas casaderas eran bastante bonitas, pues hubo de servir alguna merienda que incluía a un amable don Sabino, matronas parlanchinas, jovencitas deslumbrantes y a un Isaac que tamborileaba los dedos sobre las rodillas; en una de estas, en un punto se descubrió observando al joven, fascinada por el reflejo de las llamas en sus ojos negros…
—Llara, por favor, acompaña a las señoras a la puerta.
Había casi saltado. Sonrojada, azorada, hizo lo ordenado. Cuando volvió a la salita para retirar los restos del refrigerio, Isaac aún estaba ahí, de pie junto al fuego de la chimenea con las manos en los bolsillos.
—Si es que te va el santo al cielo, niña — bufó. Ella murmuró una disculpa; el joven soltó una carcajada afable—. No te estoy abroncando, mujer, que la conversación de estas dos tampoco daba para mucho y hasta yo me estaba quedando traspuesto.
Isaac sonrió sin malicia. Y para Llara no fue ya sólo un rubor de chiquilla, sino un ansía nueva en el pecho, un temblor en los labios entreabiertos. Percibió él su vacilación y, con un gesto ágil, viendo peligrar la bandeja, la agarró antes de que cayese. Pudo ella entones aspirar el aroma de su colonia: cítricos con un toque de azahar.
—¿Qué tienes, Llara?
—Disculpe, me he mareado. Deme, por favor, deme eso.
No escuchó las palabras del otro. Casi corrió hasta la cocina, donde Dorotea como ya era costumbre, discutía en voz alta con Pierre; se sirvió un vaso de agua del botijo y se llevó la mano al pecho, ahí donde su corazón más que latir, gritaba.
Durante días evitó Llara las comandas en la zona alta de la casa e intentó apartar de su cabeza pensamientos que poco bien le hacían. Tenía que cumplir la palabra dada, y no dejaba de recordarse que la próxima luna coincidiría con la cena de Navidad que don Sabino y don Isaac ofrecerían, Dios (y la Luna) Mediante.
Esta vez, sabía Llara, para aplacar al lobo no le bastaría una hoja de laurel.
Y así fue como, escuchando, preguntando y pagando a algún elemento poco pío de la noche madrileña, obtuvo una dirección en la calle de la Cabeza, un local que le habían indicado como particular botica o herbolario, aunque por fuera, bien podía ser una casa de dudosa reputación.
De nuevo golpeó el portón, de nuevo no hubo respuesta. Caía la noche, puesto el Sol hacía rato, el viento decembrino soplando con fuerza, colándose bajo el entramado de su capa de lana. Volvió a llamar; nada. Desesperada, se retiró un par de pasos, buscando encontrar tal vez algo de luz entre los postigos cerrados, un signo de vida…
…alguien la apartó antes de que el carro se la llevase por delante.
—Así no se llama a las puertas, niña.
Desaparecieron las calles de Lavapiés y el mundo fue entonces una voz de mujer bajo el velo negro con leve acento extranjero. Vestía de luto, sencilla, a la vez que elegante y aguardaba inmóvil fuera de la calzada.
—¿No sabes hablar? ¿Qué hace una criatura tan preciosa por estos lares?
—Si, señora. No, no señora. Verá usted, necesito…— vaciló—, …necesito comprar unas hierbas.
La dama miró hacia el portal.
—Busca una botica pues.
—Tengo un pariente enfermo — comenzó—, y no tienen lo que busco en la botica de mi calle.
—¿Qué clase de mal? ¿No serás acaso una ragazza imprudente que busca enmendar uno de esos errores que acaban engrosando cintura y tobillos?
Entendió Llara la insinuación escondida en sus palabras y volvieron a ella la dignidad de reina y la altivez orgullosa de un linaje de mujeres sabias sin más dueño o dueña que el Señor de los Cielos y su Madre Celestial.
—Soy pobre pero decente, señora, no soy ninguna…
—Eres una bruja —interrumpió la mujer—, hueles a bruja. Y, per favore, no me pongas esa cara de pasmo, muchacha —Con un giro ágil de pulgar, índice y corazón, se alzó la dama el velo. El gesto reveló un rostro pálido, de brillantes ojos claros, casi plateados; Llara se persignó, pues creyó vislumbrar un par de imposibles dientes afilados entre los labios rojos—: sé reconocer a una hermana de un vistazo, … abilità che vengono con l’età, cara mia…—. Ahora, plena la sonrisa burlona, visibles los colmillos desplegados, confirmó la muchacha sus temores y buscó escudo en las palabras latinas del Ave María, comprendiendo que en aquella criatura no moraba ya nada vivo. La dama no se inmutó; tan solo se humedeció los labios con la lengua y los frunció con infantil impaciencia. Serias voz y faz, continuó—. La Madre de Dios no está para estas cosas; vieni qui y déjate de rezos. Te enseñaré lo que a mi no me enseñaron: a llamar a puertas como esta.
Ahora dale a la ilustración para escuchar el podcast, recuerda que no son iguales, incluyo alguna variación.
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¡Felices Navidades, os espero en enero con un nuevo Oficio de tinieblas!













