‘Pa’ habernos ‘matao’ por @VictorFCorreas, serial sobre el duque de Alba, incluye el podcast de @ivoox: «Te voy a cantar las cuarenta»

Capítulo 26: te voy a cantar las cuarenta

En el capítulo anterior dejé a don Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel poniendo rumbo a Italia para poner orden con el título de capitán general del ejército imperial tal y como le había pedido el príncipe Felipe —el futuro Felipe segundo—, nombramiento al que Carlos primero de España y quinto de Alemania, rumiando en Bruselas cuándo hacer el petate y mandar todo y a todos a escalfar cebollinos antes de marcharse a Yuste, había dado el visto bueno. «No hay que decir más», fueron las palabras que escribió el todavía emperador —abdicaría algunos meses más tarde—y que recoge Manuel Fernández Álvarez en El duque de Hierro. Y, como también dije, se detuvo en Bruselas para presentar sus respetos a Carlos, como buen cristiano y católico.

Ojo, que viene curvas. Lo que viene a continuación lo cuenta así Fernández Álvarez: «No se trataría de una mera visita de riguroso acatamiento. No. Con su nombramiento en la mano, el duque de Alba, fiero de su nueva situación de capitán general de las fuerzas españolas que operaban en Italia, encuentra la oportunidad para decir al emperador todo lo que siente, todo lo que lleva dentro».

Eeeeeeh… Macarena. ¡Aaaaaaay!

¿Qué había pasado para que el duque fuera con esas intenciones? Muy sencillo: había sido «orillado» —así lo dice Fernández Álvarez. Lo habían tratado como una mierda, apostilla el que suscribe— en las dos cortes, Valladolid y Bruselas, y eso a pesar de su leal comportamiento en la crisis de 1552. En consecuencia, se detuvo en Bruselas y le cantó las cuarenta al emperador Carlos.

¿Por qué digo que vienen curvas? Porque esa parada y todo lo que el duque le echó en cara los sabemos por una «increíble» carta que el duque de Alba escribió a Ruy Gómez de Silva —sí. Has leído bien— «detallándole pormenorizadamente aquellas quejas que había formulado al emperador». A Ruy Gómez de Silva. Recuerdo: el ministro más allegado al futuro Felipe segundo. Qué ganas tendría el duque de que Felipe conociera qué le había contado a su padre…

«Sabiéndose imprescindible en aquella hora histórica, aprovecha la oportunidad para despacharse a gusto con el César. Y de tal modo que si no fuera porque estamos leyendo de su mano lo que escribe a Ruy Gómez de Silva, sería difícil de creer», explica Manuel Fernández Álvarez. Básicamente, le echó en cara al emperador cómo lo había tratado después de tantos años a su servicio. Fernández Álvarez lo resume así: «Sería más de treinta años de servicios prestados al emperador. ¿Y qué había recibido, en cambio? ¿Qué mercedes imperiales había conseguido? Sólo dos encomiendas para sus hijos y algunas promesas, como una asignación que le había de venir a cargo de las rentas de las Indias, pero que nunca había recibido». Y, claro, el duque se fue calentando, se fue calentando…: «… Y viéndome ahora ir a servir sobre todo lo pasado pidiendo por Dios, y en este proceso, díjele muchas cosas que se había derecho y de la manera que me había tratado…».

¿Y Carlos? Vamos a ver…

¿Estaba de vuelta de todo? Sí.

¿Se enervó con lo que le echó en cara el duque de Alba? No.

¿Pensaba que el duque tenía razón en sus quejas? Sí.

¿No le mandó a escalfar cebollinos porque lo necesitaba? No.

Por resumir.

¿Qué se encontró el duque de Alba? «S. M. estuvo muy blando y respondiome que yo tenía mucha razón de pedir que se me hiciese merced, que lo merecía muy bien…».

¿Qué hizo Carlos? —recuerdo que seguía siendo emperador—: «Respondiome que yo tenía mucha razón de pedir que se me hiciese merced, que lo merecía muy bien, y disculpándose de las otras cosas y que él no tenía cabeza para tratar nada…».

Que no estaba para muchas coplas, vamos; y que para todo lo demás, Felipe. Que la cosa estaba como estaba, antesala de la primera bancarrota del reino, en 1557. Pero eso al duque por uno le entró y por el otro le salió: «Yo le dije que su hacienda, para hacerme a mí la merced que se me podía hacer, no podría estar jamás mala…»; a lo que hay que unir que a don Fernando Álvarez de Toledo no le hacía ni pizca de gracia —por no usar otra cosa peor—que la decisión última de todo la tuviera ya su hijo. Por eso tuvo los santos cojones —porque había que tenerlos— de soltarle a la cara las quejas que también tenía contra su hijo, «el que pronto sería el nuevo señor de las Españas», por recordar, con estas palabras: «… Que el aguardar a S. M. R no había para qué: que a S. M. R yo le había visto poco y que aquellas eran otras cuentas bien distintas…».

Fue entonces cuando Carlos trató de hacerle ver al duque —«si hemos de creer el testimonio del duque», explica Fernández Álvarez en El duque de Hierro— que su hijo tenía el mejor concepto de él «y en gran parte por todo lo que el emperador le había dicho en su favor», a lo que el duque de Alba, para nada contento, le soltó que sabía que en más de una ocasión había tenido mala opinión de él. Que qué me estás contando, que tu hijo me mete unas hostias del copón sin saber por qué; y que «dijese la causa y fundamento que había tenido para tenerme a mí en tal opinión».

En definitiva, se quedó a gusto. Así que, como para no entender que contara por carta a Ruy Gómez de Silva todo lo acontecido en ese encuentro con el emperador. Que Felipe se enterara bien. Y así se lo confesó a modo de apostilla: «Yo quedo satisfecho, porque nunca pensé haber otra cosa, pero quedelo mucho de habelle dicho lo que había gana de decir antes de que me muriese».

Y por si temía que Gómez de Silva tuviera dudas de transmitirle todo el contenido de la carta a Felipe, el duque de Alba le suplicó que «diga a S. M. lo que fuere por decir, y lo demás calle, que es Dios verdad que ya he vergüenza de decir al médico mis enfermedades».

Que se marchó descansado y a gusto para Italia. Vaya si lo hizo. ¿Informó Ruy Gómez de Silva a Felipe? Parece que sí, pues poco tardaría en confesar por qué sentía tanta animadversión por el duque…

Ahora dale al podcast en ivoox, recuerda hay variaciones entre el texto y el audio.

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@VictorFCorreas

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Escritora, bloguera, podcaster, enamorada de todo lo que huele y sabe a Cultura
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