Relatos musicales de @yugm76, noviembre 2025: «Brujas de Salem»

En las noches oscuras de Salem, el tormento nació. ¿Quién era ella en realidad? ¿Un eco de los horrores del pasado o un presagio de la perdición? La frontera entre la fantasía y la realidad se desdibujaba. ¿Era solo producto de su mente atormentada o el alma atormentada de una bruja condenada?

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Brujas de Salem

En las oscuras noches de Salem, cuando las sombras se alargaban y los susurros del viento parecían llevar consigo los lamentos de los condenados, nació mi tormento. Un espectro femenino, etéreo y sobrenatural, se materializaba frente a mis ojos, como un eco de los horrores que asolaban la ciudad en aquellos días oscuros.

Estaba convencido de que era solo producto de mi imaginación, un delirio de mi mente atormentada por los acontecimientos que sacudían Salem. Sin embargo, esta figura, que había visitado mis sueños innumerables veces, ahora estaba frente a mí, real y palpable, desafiando toda lógica y razón.

Nunca fui consciente de que en esta ciudad los sueños son incontrolables, que las fronteras entre la fantasía y la realidad se desdibujan igual que las sombras en la noche. En ocasiones, la veía atravesar la sólida pared de mi casa, deslizándose como un fantasma entre las sombras. Y sin darme cuenta, se situaba a mi lado, igual que si el tiempo y el espacio se rindieran ante su voluntad, como si fuera parte de un mundo al que solo ella tenía acceso.

Era constante en su persecución, acosándome con su presencia etérea, sus ojos penetrantes fijos en los míos. Y, sin embargo, yo no era capaz de tocarla. Su figura era como un humo oscuro, insustancial, que se desvanecía entre mis dedos cada vez que intentaba alcanzarla. Se había colado en lo más profundo de mis sueños y en mi realidad, entrelazando los hilos de mi cordura con los de la irrealidad.

En el día a día, su presencia se hacía más palpable. La veía en cualquier situación, caminando por los oscuros callejones de Salem o flotando sobre las aguas del río, su figura etérea iluminada por la luz mortecina de la luna. Y en un instante, estaba a mi lado, como si fuera una habitante más del lugar, susurrándome palabras que se desvanecían en el aire antes de que pudiera entender su significado.

Algo inexplicable se encendía dentro de mí cuando ella estaba cerca. Un deseo irracional de tocarla, de acariciar su piel etérea con mis manos mortales, se apoderaba de mí. Pero sabía que era imposible. ¿Quién era ella en realidad? ¿Era solo el producto de mi fantasía desbocada, o acaso era el alma atormentada de alguna de las mujeres señaladas y juzgadas de forma indebida en los oscuros días del juicio de las brujas?

Durante mi trabajo en la forja, su presencia se hacía aún más intensa. Podía sentir su aliento helado en mi cuello, susurros que se deslizaban como serpientes venenosas en mi mente. Una mano fría se posaba sobre mi espalda, enviando escalofríos que helaban la sangre en mis venas y me hacían temblar como una hoja en el viento.

¿Qué era ella y qué quería de mí? Esa pregunta me atormentaba día y noche, llenando mis pensamientos con miedo y ansiedad. ¿Era un presagio de mi perdición, un recordatorio de los horrores que habían acontecido en Salem hace tanto tiempo? O tal vez era algo más oscuro, más siniestro, una manifestación de la ira de las brujas condenadas que aún acechaban en las sombras.

En Salem, el pasado nunca moría. La bruma de las hechiceras endemoniadas aún vagaba por las calles empedradas, buscando venganza por las injusticias cometidas contra ellas. Y yo, atrapado en la telaraña del destino, sabía que debía actuar con cautela. Jamás podría contarle a nadie lo que veía, lo que sentía, o la horca sería mi final.

Porque en Salem, el pasado nunca muere, y las brujas jamás descansan en paz.

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