Relatos musicales de @yugm76, octubre 2025: «Clic, clic… Bang»

¿Hasta dónde soportarías el dolor por alguien a quien no puedes dejar? ¿Y si ese amor fuera a la vez tu refugio y tu prisión?

Sigue leyendo. Esto es lo que pasa cuando amar duele más que vivir.

Clica para saber cómo se juega.

👇👇👇

Clic, clic… Bang

Primera bala. Vacía.

Apareces una noche cualquiera, con esa forma tuya de mirar que atraviesa sin permiso. Me hablas como si ya supieras todo de mí, y, sin embargo, no te conozco de nada. Me haces sentir visto, deseado, necesario. Al igual que si el universo por fin se acordara de mí. Me acaricias la mano con suavidad, y ya estoy entregado. La primera vez que me besas, lo entiendo todo: he entrado en un juego. Y sin saber las reglas, aprieto el gatillo. Nada. Me río. Me enamoro.

Segunda bala. Vacía.

Los días contigo son fuego. Una pasión de esas que lo arrasan todo. No hay espacio para dudas: me quieres, me necesitas, no puedes vivir sin mí. Me lo repites con los ojos llenos de lágrimas cuando desapareces dos días y vuelves hecha un vendaval. Me abrazas como si te fuera la vida. Pero entre beso y beso me vigilas. Me interrogas. “¿Por qué mirabas así a aquella?” “¿Te gustaría estar con otra?” Me rompes. Y luego me reconstruyes. Aprieto el gatillo. Clic. No pasa nada… salvo que ya no soy el mismo.

Tercera bala. Vacía.

Me quitas la voz sin que me dé cuenta. Cada vez que hablo con alguien que no seas tú, te enfadas. Me haces sentir culpable por reír con otros, por salir solo, por querer tiempo mío. Me acusas de abandonarte, de no cuidarte. Me haces creer que el amor es estar pegados a cada segundo, sin respirar. “Si me quisieras, no te irías nunca”, me dices. Y yo, que quiero que me quieras, me quedo. Me encierro contigo. Aprieto el gatillo. Clic. Y sigo jugando.

Cuarta bala. Vacía.

Un día me insultas. Así, sin más. Me llamas inútil, patético, “una carga”. Me lo dices tras una discusión absurda, y entonces lo niegas: “No fue para tanto, no seas dramático.” Otro día, me das un empujón. Luego lloras. Me abrazas. Me suplicas perdón con la voz ragada, diciendo que estás rota tú también. Y yo, como siempre, te salvo. Porque necesito pensar que el amor lo cura todo. Aprieto el gatillo. Nada. Pero la mirada se me apaga.

Quinta bala. Vacía

Te vas. Durante una semana. No respondes. No contestas. No sé si estás viva o si me estás castigando. Y cuando por fin vuelves, vienes más fría que nunca. Me hablas con condescendencia. Me humillas. Dices que sin ti no soy nadie, que nadie más podría quererme. Me haces dudar de mí mismo, de mi valor, de mi cordura. Pero luego te desnudas y me acaricias como si me necesitaras para respirar. Y yo caigo. Siempre lo hago. Aprieto el gatillo. Clic. Pero cada clic es un zumbido en los oídos.

Sexta bala. Vacía.

Ahora ya ni lo disimulas. Me castigas con tu indiferencia. Me hablas solo cuando te conviene. Haciéndome caminar sobre cristales por una migaja de afecto. Comparándome con otros: “Ojalá fueras más como tal.” “Qué fácil me entendía él.” Me haces odiarme. Y luego me abrazas y me dices que nadie más podría quererme como tú. Que sin mí tú tampoco sabes quién eres. Sintiéndome  indispensable y a la vez desechable. Aprieto el gatillo. Clic. Sigo vivo. Pero cada día, más roto.

Séptima bala. La bala.

Hoy no hay gritos. No hay portazos. No hay lágrimas. Solo tú, de pie frente a mí, con una maleta pequeña y la voz serena. “Esto se acabó”, dices. “Estoy cansada. Ya no siento nada.” Y sonríes. Una sonrisa que no me habías mostrado nunca: tranquila, segura… cruel. Te das la vuelta y te vas. Así, sin drama. Sin mirar atrás. Sin una última palabra. Sin un “te quiero”. Ni un “perdón”.

Aprieto el gatillo.

Y esta vez… dispara.

El disparo no hace ruido. Sin embargo, lo siento. Es interno, sordo, total. Todo mi cuerpo se queda quieto. No caigo al suelo, pero algo en mí se desmorona sin posibilidad de reconstrucción. No hay lágrimas. Solo un silencio enorme que lo llena todo. Me has dejado. Pero no me has liberado.

Y lo más retorcido es que, aun así, aún te espero. Aún fantaseo con que vuelvas. Con otra partida. Otra bala. Otro clic. Porque el dolor que venía contigo era, al menos, un lugar donde sentir. Y ahora ya no siento nada.

Siete balas.

Siete veces me dije que podía con esto.

Siete veces me mentí.

Y la peor herida no fue que me dejases.

Fue darme cuenta de que, si volvieras, volvería a jugar.

Ahora que lo has leído… ¡no te pierdas el vídeo en YouTube! Lo que vas a ver va más allá del texto. Dale al play y descúbrelo por ti mismo.

👇🎙🎧

Ahora comprueba si has acertado el tema musical.

👇👇👇

@yugm76

Avatar de Desconocido

About Galiana

Escritora, bloguera, podcaster, enamorada de todo lo que huele y sabe a Cultura
Esta entrada fue publicada en Relatos musicales, Temporada 6, Yu Gm y etiquetada , , , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario