Qué harías si el amor de tu vida llegara cuando ya es demasiado tarde para ofrecerle un futuro? ¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar por no perderla, sabiendo que podrías destruirla?
A veces, amar no es un milagro… es una herida que supura en silencio.
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¿Y si me quedo?
Siempre he hecho listas.
Desde niño. Para decidir qué regalo pedir por Reyes, a qué universidad ir, si tenía que casarme o no, si debía firmar aquel contrato que acabó arruinándome.
Ahora hago esta lista con las manos temblando, con un nudo en el pecho y un miedo que no me deja dormir.
Es la única forma que conozco de no enloquecer.
PROS
— Su voz me calma más que cualquier pastilla. Cuando habla, el mundo deja de pesar. Me abraza sin tocarme. Me endereza por dentro. Tiene una forma de pronunciar mi nombre que me rompe y me recompone en la misma sílaba.
— Me devuelve la vida. Cuando estoy con ella, el aire me entra distinto en los pulmones. Como si respirar tuviera sentido otra vez. Al igual que si el tiempo no existiera, del mismo modo que si fuera posible empezar de nuevo, aunque tenga el alma hecha trizas.
— El sexo con ella no es solo sexo. Es redención. Es ternura salvaje. Es sentir que mi cuerpo, con todas sus cicatrices, aún puede ser refugio. Me ama con una paciencia feroz. Nunca se ríe, jamás duda. Me acaricia como quien cuida un secreto precioso.
— Me escucha al igual que nadie lo ha hecho nunca. No espera su turno para hablar. Me mira y sabe. Me toca la mano y entiende. Tiene esa sensibilidad de quien ha llorado mucho en silencio, y por eso no juzga, no exige. Solo está.
— Con ella soy mejor. No más joven, no más fuerte, pero sí más bueno. Me esfuerzo por ser alguien digno de sus gestos. De su dulzura. De su fe ciega en mí. Me despierto cada día queriendo protegerla, aunque sea de mí mismo.
— Cree en mí. Cuando dudo, flaqueo, o me odio… ella se queda. Me abraza, y me dice que no soy mi pasado, ni mis errores, ni mis años. Que soy lo que hago cuando estoy a su lado Y entonces, sí, me creo capaz de todo.
— No le importa el ruido del mundo. La sociedad ladra. Sus amigos cuchichean. La gente pregunta “¿qué haces con él?”, y ella responde con un silencio digno. Sabe que lo que tenemos no necesita explicación. Que esto es real, aunque duela.
— Tiene la serenidad que yo nunca tuve. Me enseña a respirar, a esperar, a confiar. A no correr. A sentarme a mirar el cielo sin pensar en todo lo que no soy. Y en ese silencio compartido, encuentro una paz que nunca conocí.
— Sabe mis sombras y no se va. Le he contado mi vida. Lo que hice, lo que no, lo que me avergüenza, lo que aún me duele. No huyó. No se escandalizó. Me cogió la cara entre las manos y dijo: “yo también tengo grietas”. Y por primera vez sentí que alguien me veía.
— La amo. Como jamás he amado. No del mismo modo que un loco. No al igual que un niño. La amo con una certeza que da miedo. Con la devoción de quien ha perdido todo y pese a eso vuelve a apostar. Ella es lo único que me hace creer que algo bueno puede salir de mí.
CONTRAS
— No quiero destruirla, y que por amarme, pierda oportunidades, respeto, amigos, sueños. No me gustaría que la historia más bonita de su vida acabe siendo también la que más le dolió.
— La gente es cruel. Ya la señalan. Ya la llaman “confundida”, “manipulada”, “tonta”. Y a mí, “egoísta”, “sucio”, “viejo”. Y aunque ella dice que no le importa, yo veo cómo se le nubla la mirada cuando escucha ciertos comentarios. ¿Cuánto puede soportar por mí?
— Ella es todo lo que yo ya no soy. Juventud, posibilidad, velocidad, hambre. Yo soy tranquilo, cansado, lleno de cautelas. A veces me siento como una pausa en su vitalidad. Y eso me desgarra.
— Tendré que despedirme antes. Eso no es metáfora. Lo sé. El día que me vaya, la dejaré con la vida por delante. No podré envejecer a su lado. No veré sus canas, ni sus arrugas, ni sus futuros. Me dolerá hasta el último aliento haberla dejado sola en este amor.
— Mi cuerpo empieza a fallar. Hay días que no tengo fuerza ni para abrazarla como quisiera. Momentos en los que solo puedo mirarla y pensar: “no te merezco”. Porque quiero darle el mundo, pero a veces ni siquiera no logro ni poner mi espalda erguida.
— El juicio es constante. El de fuera. El de dentro. Las voces que me dicen que esto está mal, que estoy robándole años, que soy un impostor en su historia. ¿Y si tienen razón?
— A veces la imagino con alguien de su edad. Saltando, bailando, viajando sin miedo al cansancio. Y me siento una piedra. Un obstáculo. Un error hermoso, pero una equivocación al fin y al cabo.
— Podría ser su padre. Literal. Su madre y yo fuimos compañeros de universidad. Ella tiene veintisiete. Yo, cincuenta y nueve.
Así que te pregunto, desde lo más hondo de mí:
¿Qué harías tú si el amor de tu vida llegara demasiado tarde, cuando ya no puedes prometerle nada más que ternura, lealtad y despedidas lentas?
¿La soltarías para no dañarla… o te aferrarías con todo, aunque sepas que quizá el amor, esta vez, también puede ser una forma de egoísmo?
Ahora que lo has leído… ¡no te pierdas el vídeo en YouTube! Lo que vas a ver va más allá del texto. Dale al play y descúbrelo por ti mismo.
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Ahora comprueba si has acertado el tema musical.
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