Relatos musicales de @yugm76, mayo 2025: «Infiel»

¿Alguna vez has sentido cómo la verdad se desliza entre tus dedos, lenta pero implacable?

¿Has notado ese instante en el que todo cambia y ya no puedes seguir fingiendo que no ves lo evidente?

Pues prepárate, porque cuando eso sucede, solo hay dos opciones: hundirte o tomar las riendas. Y yo elegí la segunda.

Clica para saber cómo se juega.

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Infiel

Hace años leí una frase que, sin saberlo, se quedó dormida en algún rincón de mi memoria: «Si no arriesgas, no ganas». No volví a pensar en ella hasta hace unos meses, cuando todo empezó a cambiar.

Ahora estoy aquí, sentada en esta cafetería, con varias maletas a mi lado, esperando a que lleguen. La gente entra y sale, las cucharillas tintinean contra las tazas, las conversaciones flotan en el aire, inconexas, triviales. Nadie se fija en mí. Y, sin embargo, en unos minutos esta escena cotidiana va a convertirse en algo muy distinto.

Observo la puerta con calma. No estoy nerviosa. Debería estarlo, supongo, pero la verdad es que me siento en paz. Tal vez porque, por primera vez en mucho tiempo, tengo el control.

Mientras espero, me permito el lujo de recordar.

Esta historia no empieza hoy. Comenzó el día que dejé de engañarme.

Fui la primera en darme cuenta. No de golpe, no con un gran descubrimiento, sino poco a poco, como cuando notas que el aire pesa antes de una tormenta. Al principio, fue un simple presentimiento, una sensación incómoda que me hacía fruncir el ceño cuando él llegaba tarde. Luego, detalles sueltos que no encajaban: el olor de un perfume desconocido en su ropa, una marca difusa de pintalabios en el cuello de su camisa, la forma en que su móvil parecía haberse convertido en una extensión de su mano.

Las explicaciones siempre eran vagas. “Una compañera del trabajo, una reunión que se alargó, un cliente pesado”. Palabras huecas que se acumulaban, una tras otra, como gotas en un vaso a punto de desbordarse.

Me decía a mí misma que era paranoia. Que el trabajo le absorbía, que yo estaba imaginando cosas. Mentiras piadosas para proteger una paz que ya no existía.

Pero el instinto es terco.

Una noche, mientras él dormía, cogí su móvil. La pantalla brilló en la oscuridad con un mensaje que no dejaba lugar a dudas: “Ha sido increíble. Te echo de menos”.

Ahí se acabaron las excusas.

Contraté a un detective privado, no porque quisiera sufrir, sino porque necesitaba saberlo todo. Hasta el último detalle.

Y lo supe. Lo vi en las fotos, en los mensajes de WhatsApp. Lo escuché en los audios grabados en la habitación de un hotel, en su voz, en la risa de ella. Las mismas promesas que un día fueron para mí.

En otra época, quizá habría reaccionado con rabia, con alaridos, con lágrimas. Pero no.

No lloré. Ni grité. Ni le pregunté por qué.

Me puse a actuar.

Esperé a otra noche en la que se quedara dormido temprano, confiado, ajeno a lo que estaba a punto de suceder. Sabía que usaba reconocimiento facial para desbloquear su teléfono. Tan simple y estúpido. Bastó con acercar la pantalla a su rostro dormido y, en un segundo, el mundo se abrió ante mí.

Con un programa especializado, cloné su voz. No hizo falta mucho esfuerzo.

Le envié un audio a ella, citándola aquí.

Luego, en un texto, le mandé otro mensaje a él, con el mismo lugar y la misma hora.

Todo limpio. Sin cabos sueltos.

Ahora solo queda esperar.

Miro las maletas a mi lado. Son las suyas. Hace años las llenamos juntos, con la emoción de quien empieza una vida en común. Hoy, contienen lo que queda de su parte en la mía.

Cuando entren por esa puerta y me vean aquí, lo entenderán todo en un instante. No habrá necesidad de palabras.

Le pediré, con calma, que se vaya con ella. Por el bien de los niños, claro. No quiero gritos, ni escenas. Solo que se largue.

Y entonces veremos cuánto tiempo aguanta ella lo que yo soporté durante años. Porque una cosa es disfrutar de encuentros furtivos en hoteles, de besos robados y mensajes clandestinos llenos de adrenalina, y otra muy distinta es compartir el día a día con él.

Veremos cuánto le dura la ilusión cuando descubra que deja los zapatos tirados por toda la casa, que se olvida de forma sistemática de bajar la tapa del váter y que el romanticismo se le acaba cuando no hay peligro de ser descubierto.

Veremos si le parece tan encantador en el momento llegue tarde cada noche sin dar explicaciones, cuando su teléfono siga sonando en silencio, la manera en que empiece a notar que su mirada ya no la busca como antes.

Apenas se dé cuenta de que su vida se ha convertido en una rutina, que él no es el amante apasionado que imaginaba, sino un hombre que necesita ser admirado con constancia, que exige atención, que absorbe energía.

Veremos si ella tiene la paciencia infinita que tuve yo, si se acostumbrará a ser la que sostiene la relación mientras él se desliza con comodidad por la inercia.

Porque el hombre con el que ella sueña no existe. Solo encontrará el que yo conozco. Y tarde o temprano, lo descubrirá.

Cuando eso pase, se sienta vacía y desgastada, y le toque mirar hacia otro lado mientras él vuelve a llegar tarde, tal vez recuerde este día.

Tal vez se acuerde esta cafetería, esta hora, este momento.

Doy un sorbo a mi café. Caliente, fuerte. Sabe a principio.

Comprueba si has acertado el tema musical.

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@yugm76

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About Galiana

Escritora, bloguera, podcaster, enamorada de todo lo que huele y sabe a Cultura
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2 Responses to Relatos musicales de @yugm76, mayo 2025: «Infiel»

  1. No la he acertado, pero me ha encantado volver a escucharlos y verlos. 🙂 A mí madre le encantaban y me habéis traído un montón de recuerdos

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