¿Qué harías si descubrieras que toda tu vida ha sido una mentira? ¿Y si fueras la mano que ha ejecutado los planes de quienes te usaron como un peón?
Prepárate para una historia de venganza implacable y decisiones que no tienen vuelta atrás.
Clica para saber cómo se juega.
👇👇👇
V de vendetta
Recuerdo el día en que me encontraron. Era apenas una niña, una callejuela oscura; llovía. Mis padres habían sido asesinados frente a mis ojos por unos hombres de traje, y yo estaba allí, acurrucada, sosteniendo un cuchillo que no sabía manejar. Mi vida no valía nada, hasta que un hombre me tendió la mano. Él y su organización me salvaron, o eso creí durante años. Me dijeron que me convertirían en algo más grande, en alguien imparable. Lo hicieron. Me entrenaron hasta que cada hueso de mi cuerpo dolía, hasta que no había más lágrimas que llorar. Aprendí a matar con precisión quirúrgica, a ser silenciosa como la noche y a no tener piedad.
Me convertí en su mejor arma.
Los años pasaron y cumplí cada misión, cada asesinato que me asignaban, sin preguntas. Las víctimas eran mala gente, o eso me decían: narcotraficantes, asesinos, traidores del gobierno. Yo me lo creí. Todo estaba justificado. Me decía a mí misma que era necesario, que de alguna forma estaba salvando vidas. Nunca lo cuestioné… hasta que lo hice.
Fue durante una misión, una que parecía rutinaria: eliminar a un hombre que se suponía había traicionado a la organización. Lo vi desde lejos, en su lujoso ático, mientras hablaba por teléfono. Tenía todos mis movimientos planeados, cada paso calculado. Subí por las escaleras de emergencia y entré por la ventana, lista para cumplir con mi cometido. Pero algo me detuvo. Había papeles sobre la mesa, informes detallados de cada uno de mis asesinatos. Mi vida en documentos. Las personas que había eliminado no eran los monstruos que me habían pintado. Eran obstáculos, piezas del tablero que alguien más había decidido eliminar. Todo fue por poder, no por justicia. Yo no era una salvadora; era una marioneta.
Noté un frío que se apoderó de mi columna, una rabia que me llenó de un fuego que nunca había sentido antes. Me acerqué con sigilo al hombre y, en lugar de dispararle, como tenía planeado, lo amordacé y lo até a una silla. Le rompí los dedos uno por uno con una pinza, disfrutando cada crujido, cada grito sofocado. Me confesó lo que ya sabía: la organización me había usado desde el principio, alimentando una ilusión de justicia para mantenerme fiel, mientras tanto ellos movían los hilos. Entonces, lo rematé con lentitud. Le desollé el rostro con un cuchillo afilado mientras aún respiraba. Lo hice por mí. Para disfrutar, por primera vez, el acto de matar sin que fuera una orden, sino una venganza.
Después de eso, supe que no había vuelta atrás. Tenía que destruirlos a todos.
El siguiente objetivo fue uno de los líderes intermedios de la organización. Él estaba blindado por guardaespaldas, pero la arrogancia lo había vuelto descuidado. Sabía dónde vivía su familia. Me acerqué a su casa por la noche, con una bomba de gas escondida en el maletero de un coche robado. La coloqué cerca de las salidas de ventilación de la mansión. Cuando activé el dispositivo, el gas venenoso comenzó a infiltrarse con suavidad. No murió al instante. Pasé horas observando desde las cámaras que hackeé en su casa, viendo cómo él y su familia tosían, se retorcían, intentaban escapar, pero cada puerta, cada ventana estaba sellada. Finalmente, la mansión explotó en una tormenta de fuego y escombros. El sabor de la venganza me sabía dulce y amargo a la vez.
Mientras más profundizaba en la red de la organización, más descubrimientos aterradores hacía. Cada alto cargo estaba involucrado en algo peor que el anterior. Los usaba contra ellos mismos. A uno lo atraje a su propia trampa: envenené el agua de su mansión con un agente corrosivo. Él y sus invitados comenzaron a vomitar sangre, a sentir cómo sus entrañas se deshacían. Los vi desmoronarse desde dentro mientras se retorcían en agonía. Fue lento, cruel, perfecto.
Pero sabía que todo esto no era suficiente. La organización era como una serpiente de muchas cabezas, y aunque cortara una, dos más crecerían. No podía permitirme dejar un solo rastro de ellos. Así que decidí terminarlo de una vez por todas.
Sabía dónde se reunían los jefes principales, una fortaleza subterránea que aseguraba que el mundo no los tocara. Lo que ellos ignoraban es que yo había plantado explosivos en todo el complejo durante los meses que estuve desaparecida para ellos. Era una trampa. Bajé al lugar sabiendo que no saldría viva.
En el momento preciso, disparé, derramé sangre y maté a todos los guardias que intentaron detenerme. Al llegar a la sala principal, los encontré reunidos, sorprendidos de verme. No me molesté en explicarles. Solo apreté el detonador que tenía en la mano. La explosión fue brutal, final. Acabó con todo, incluido yo.
Pero lo mejor de esto es que, por primera vez, fui libre.
Comprueba si has acertado el tema musical.
👇👇👇














