¿Hasta dónde puede llegar el deseo cuando se mantiene oculto bajo una máscara de indiferencia? ¿Cuánto tiempo puede durar la tensión entre dos almas que se consumen sin atreverse a ceder? La batalla ha comenzado, pero ninguno está preparado para el desenlace.
Clica para saber cómo se juega.
👇👇👇
Crueles intenciones
Cada día, al verla pasar frente a mí, siento como si el mundo entero se desvaneciera a su alrededor. La rutina diaria se vuelve una mera distracción mientras mis ojos la siguen en los movimientos, los gestos, las curvas que su cuerpo dibuja con una gracia insolente que me desarma. Y lo peor es que ella lo sabe. Lo siente. Sus ojos, profundos como la oscuridad, se cruzan con los míos y, por un segundo, el aire se vuelve denso, cargado con un deseo que ya no puedo ocultar.
Es un juego peligroso. Todos creen que nos odiamos. Que somos compañeros que apenas se soportan. Pero lo que nadie conoce, lo que ni tú misma quieres admitir, es que estamos al borde del precipicio, jugando con la llama que ambos sabemos que nos consume. Las miradas furtivas que me lanzas, los suspiros ahogados cuando nuestras manos se rozan, me vuelven más loco. Cada vez que te sientas cerca de mí, y nuestros cuerpos casi se tocan, me cuesta respirar. Todo mi ser responde a ti de una forma que no puedo controlar. Y tú lo sabes.
A veces, cuando te acercas, esa cercanía es suficiente para que mi deseo se dispare. Tus piernas rozan las mías y el calor que se enciende en mi interior es tan abrasador que casi me cuesta mantener la compostura. Y tú, con tu sonrisa desafiante, solo me provocas más. No hay un momento en el que no desees lo mismo. No me engañas. Yo también lo siento. El deseo está ahí, entre nosotros, flotando como una niebla que nos envuelve, que nos rodea, que nos consume.
¿Te gustaría que te poseyera ahora mismo? Frente a todos, en medio de la oficina, sin importarme que nos vean. ¿Te excita pensar que lo que deseamos podría ocurrir en este mismo instante, sin que alguien se lo espere, sin que nadie lo entienda? Porque yo ya no puedo seguir controlándome. Mis manos me queman por tocarte, por recorrer tu cuerpo con la misma necesidad que siento en cada centímetro de mi piel. Te miro, te observo de lejos, pero la tentación está tan cerca que no sé cuánto más podré resistir.
Cada vez que te veo reír, o que tus labios se curvan en una sonrisa de complicidad, me muero por besarte. Por acercarme y hacer que toda esta tensión explote. Porque te deseo. Te quiero en mi cama, en mis brazos, bajo mi control, donde pueda tocarte, poseerte, perderme en ti hasta que no haya nada más que el placer entre nosotros. Y sé que, aunque lo niegues, tú también lo quieres.
Esto ya ha dejado de ser un juego. No hay reglas ni hay barreras. El deseo ha cruzado todas las fronteras, y ahora, cada vez que nuestras miradas se encuentran, sé que estás tan cerca de rendirte como yo lo estoy. La excitación que siento al saber que, en cualquier momento, puedo romper esta distancia, la fachada que mantenemos, me vuelve loco.
Así que cuando al final del día solo quedamos tú y yo, el aire cambia. Hay algo en tus ojos, en la forma en que me miras, que me dice que ya no hay vuelta atrás. Sabemos lo que está por suceder, y ya no lo podemos evitar. Me acerco, mis pasos decididos, mi respiración acelerada. No me importa que estemos en medio de la oficina, no me interesa nada más. Solo tú y yo. Mi boca roza la tuya, un suspiro escapa de tus labios, y en ese momento, todo el deseo acumulado explota.
Mis manos recorren tu cuerpo con una urgencia que ya no puedo controlar, tocando tus curvas, cada rincón de ti. Los gemidos que escapan de tus labios me consumen más, me arrastran sin remedio. Te entregas a mí sin reservas, y yo te beso con una desesperación salvaje, al igual que si quisiera devorarte, como si mi vida dependiera de eso.
El roce de tu piel en mis dedos me enciende. Los suspiros, los movimientos de tu cuerpo bajo el mío, me llevan más allá. Ya no hay barreras, no hay control. Estamos perdidos en el fuego de este deseo que hemos alimentado con cada mirada, gesto y roce. Mi boca busca la tuya, más urgente, más profunda, y tú respondes con la misma pasión.
En ese instante, cuando todo se desborda y el deseo se convierte en un grito sordo de placer, sé que nada volverá a ser igual. No habrá más miradas furtivas, ni más juegos. Lo hemos cruzado todo. Ya no hay vuelta atrás. Te tengo. Y lo sé.
Comprueba si has acertado el tema musical.
👇👇👇














