En el umbral de una conocida cafetería él enfrenta una conversación que cambiará su vida. ¿Cómo transmitir una noticia tan abrumadora? ¿Cómo lidiar con la tristeza y la resignación de su hija?
Adéntrate en esta intrigante historia donde el pasado y el presente se entrelazan.
Atravesando los límites
Tengo frío, mucho. Me noto diferente, algo raro que no he percibido nunca. La noticia me ha llegado cual bomba y aún no sé cómo asumirla.
Hay cosas en la vida para las que uno no está preparado, nunca piensa que pueden pasar. Creemos que somos inmortales pero no es más que un error. Todo está escrito desde el momento en el que nacemos. Debería haberme dado cuenta, saber que tarde o temprano ocurriría y, sin embargo, sé que he estado demasiado ciego. No, no puede ser. Me niego.
He quedado con mi hija, como cada miércoles desde que enviude. Tengo que comunicarle la novedad. Siempre hemos estado muy unidos y me corresponde a mí decírselo. A pesar de que hay cosas que no sé ni explicar. Soy un hombre de cumplir con las obligaciones, por lo tanto, no me queda otra.
He decidido coger el metro, me encanta. El sonido de los vagones, su traqueteo, los túneles… En este momento, como cada día, va lleno, lo que viene siendo la hora punta. El vaivén de gente me entretiene y hace por un instante que deje de pensar. Un variopinto ir y venir de personas, cada uno con su estilo al que los demás viajeros no le prestan atención. Otra de las cosas que me gusta del metro y en general de Madrid es que, vayas como vayas, pasas desapercibido, nadie se fija. Observo a un abuelo con su nieta, la lleva cogida de la mano, felices, ajenos al resto del vagón.
No entiendo por qué esta estampa tan feliz me provoca esta reacción. Sé que estoy enfadado, lo percibo, sin embargo, no soy capaz de sentir la tensión muscular, el aumento del ritmo cardiaco o, lo que es más característico, ese enrojecimiento que se me pone en la cara cada vez que me cabreo. Supongo que será la inminente llegada a mi estación y, con ello, el tener que compartir la información que tengo.
Hemos quedado en una famosa cafetería del centro, esa que tiene sándwiches con rellenos variados entre sus especialidades. Siempre nos ha gustado ese lugar, poder conversar y distraernos, observando las prisas que parecen tener todos en la ciudad. Es nuestro momento. Me he bajado en la estación que hay más o menos cerca para poder dar un paseo e ir pensando en cómo decírselo. Y nada, no encuentro la manera.
Solo noto un gran vacío, una completa desesperanza que hace que a cada paso que doy, mis piernas y pies parezcan de hormigón, como si algo o alguien me impidieran avanzar. Aun así, me esfuerzo y sigo mi camino. Al ver la puerta de la cafetería sé a la perfección que ella ya estará dentro esperándome. Ella habrá cogido un taxi.
En efecto, allí está, sentada con su café con leche, divisando la puerta, esperando verme entrar. Así permanece cuando cruzo el umbral, la mirada perdida, parece que pudiera atravesarme, observando la calle. La veo triste, abatida, como si hubiera llorado. Quizás se ha enterado antes que yo y todo esto no era necesario, no sé, pero no la veo bien, jamás ha estado tan derrotada.
Su presencia me hace ser consciente de la situación, de la triste noticia. No soy capaz ni siquiera de sentarme. No me mira, está absorta en las vueltas que le da al café con la cucharilla. En parte le entiendo, nadie quiere escuchar esta clase de noticia, ninguna persona en su sano juicio es capaz de aceptar este tipo de cosas, cualquier ser humano huiría de algo así. No obstante, ella no ha faltado al encuentro. Siempre la he tenido por valiente.
Levanta la cabeza y me mira. Tiene los ojos enrojecidos, como de haber estado llorando durante mucho tiempo. Ahora estoy seguro de que lo sabe. Que lo conocía desde el principio.
Miro hacia la mesa y lo veo, dos viejas fotografías, una en blanco y negro de los dos, el día de su boda, yo fui el padrino. La otra a color, yo sentado en una silla de playa con mi nieta en el regazo.
Entonces me acerco a su oreja y le susurro: “Aprieta los dientes, sé fuerte… Y estate tranquila que a partir de ahora seré su ángel de la guardia”
Dale a la imagen para comprobar el resultado del juego.
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