En el tumultuoso corazón del metro de Madrid sus pensamientos se vuelven hacia él. ¿Por qué su recuerdo persiste en cada rincón de la ciudad? ¿Qué significado ocultan estas coincidencias? La esencia de lo que una vez compartieron se manifiesta en cada parada, ¿será el destino una señal de un reencuentro inevitable?
Deja que tu curiosidad te guíe y descubre los secretos que aguardan al final del camino.
Vagones de melancolía
Hoy, en el bullicioso y frenético corazón del metro de Madrid, me acordé de ti. No, no eras tú, eso lo sé con certeza. No era tu voz que se perdía entre las conversaciones ajenas, ni tu mirada que parecía buscar la mía en medio de la multitud. No, definitivamente no eras tú. Aún así, te sentía. Como si cada vagón, cada estación, cada parada estuviera impregnada de tu esencia, de tus recuerdos.
Los trenes avanzan como si anduvieran en un eterno y monótono carril y, sin embargo, mi mente viaja más rápido que ellos que me llevan. Los recuerdos parecen seguir la misma línea de metro, directos a tí, como si el destino insistiera en recordarme lo que una vez tuvimos y ya no está.
He pensado en bajarme en tu parada, en buscar tu sombra entre la multitud que se apresura a salir y entrar, pero me contengo. No, esta vez no. Debo resistir la tentación de revivir lo que ya no es. Sin embargo ¿qué puedo hacer para que tu recuerdo no se plante delante de mí como un espectro insistente?
Madrid, con todas sus líneas de metro, parece conspirar en mi contra, incitándome a buscarte en cada rincón, en cada estación. Otra línea, otra calle u otra esquina, me susurran tu nombre, igual que si la ciudad entera compartiera mi añoranza y se uniera a mi deseo de tenerte de vuelta.
No entiendo por qué no puedo olvidarte. Cada vez que cierro los ojos, tu imagen se proyecta vívida en mi mente, de la misma manera que si hubieras tomado residencia en mis pensamientos más profundos. Necesito que estés aquí conmigo, recordando los momentos que compartimos, las risas, los abrazos, los besos robados.
Las noches locas recorriendo la ciudad, los días tranquilos paseando por el Retiro… Todo parece desvanecerse en comparación con el vacío que dejaste en mi vida. Sin embargo, siento que hay algo más, que esto no puede acabar así, en un simple recuerdo que se desvanece con el paso del tiempo.
Hoy, en el metro, te he pensado tantas veces que creo estar alucinando. Me ha parecido verte de nuevo, como si el destino estuviera jugando con mis sentimientos, del mismo modo que si cada parada fuera un recordatorio de lo que una vez fuimos y ya no somos.
Cada vez que las puertas se abren, te imagino entrando y sentándote a mi lado, como si nunca te hubieras ido. Siempre conmigo y entonces me estremezco, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda al recordar que ya no estás, que ya no volverás.
No puedo arrancarte de mi mente. Todo me recuerda a ti, desde el murmullo de la gente hasta el zumbido del tren en movimiento. No quiero, ni puedo, ni debo olvidarte. Así que imagino que te subes conmigo a recordarlo todo, porque en el fondo aún guardo la esperanza de que algún día, en cualquier estación perdida en el tiempo, vuelvas a cruzarte en mi camino.
Y entonces, cuando menos lo espero, una vez que ya casi he perdido la fe, te encuentro. No a tu mirada, al igual que tantas veces imaginé, sino a ti mismo, de pie frente a mí. —Hola—, dices con una sonrisa tímida. — ¿Cómo estás?
Y en ese momento, sé que nada ocurre por casualidad.
Dale a la imagen para comprobar el resultado del juego.
👇👇👇














