‘Pa’ habernos ‘matao’ por @VictorFCorreas (serial sobre Carlos V) para leer y escuchar: «La luna de miel»

La luna de miel

Granada, ¡ay, Granada! Si hasta allí se marchó el maestro Leonard Cohen para grabar el videoclip de Take this waltz —esa pose junto en el Mirador de San Nicolás…—, no lo iba a hacer el emperador. Es más, se dice que era la ciudad que más amó de todas las conocidas, y mira que conoció ciudades y pueblos; además de ser la última ciudad conquistada por sus abuelos maternos, Isabel y Fernando. Pues en esa ciudad permanecieron Carlos e Isabel hasta finales de 1526.

Y allí, lo que canta Gloria Lasso:

«Ya siempre unidos, ya siempre

Mi corazón con tu amor

Yo sé que el tiempo es la brisa que dice a tu alma

Ven hacia mí y así el día vendrá, y amanece por ti…»

Les dio tiempo de encargar un Felipe —el heredero—y de planificar la construcción de un palacio renacentista a cargo de Pedro Machuca. Encargarlo, lo encargaron, pero ninguno de los dos lo vio terminado. Lo de siempre: las perras.

En este punto seguro que te estarás preguntando: y si tan a gusto estaba la parejita en Granada, ¿por qué dieron por finalizada la luna de miel antes de que acabara el año, cuando incluso planearon pasar allí el invierno? Pues, como dice Sabina, hubo tanto ruido que al final llegó el final. Entre ese ruido —que hubo un poco, sí—, el que montaron los moriscos granadinos, que se alzaron contra el emperador. Aquéllos eran los descendientes de quienes habían parido tanta maravilla, como ese palacio que se veían obligados a abandonar él y su Isabel.

Carlos los recibió deseoso de escuchar por él mismo qué le pasaba a tan singular colectivo, y lo que escuchó fueron aberraciones de toda consideración y problemas que lo dejaron lívido, por lo que se determinó constituir una comisión de investigación que, posteriormente, dio paso a una junta presidida por el arzobispo de Sevilla e inquisidor general, Alonso de Manrique, y García de Loaysa, confesor del mismo emperador. Su conclusión, palmatoria: imposible adoctrinar a la población granadina adulta, y la cosa ya se había salido bastante de madre, por lo que se determinó fiarlo todo a la evangelización de la juventud a través de los colegios donde se educara a los niños moriscos. «Porque de los padres ninguna esperanza se tenía», dejó escrito Sandoval, cronista del emperador. No obstante, el asunto se encauzó de la mejor manera posible, con pasta de por medio para los granadinos, para que no se alborotaran más, usaran su lengua y siguieran ejerciendo sus usos y costumbres; con un plazo de cuarenta años para que la situación se asimilara, eso acordó Carlos, que estaba enamorado hasta las trancas —además de Isabel— de Granada.

Resuelto el entuerto, el pueblo granadino se mostró fiel al emperador. A modo de ejemplo, se cuenta que, perdido en una jornada de caza en las abruptas montañas de Sierra Nevada, solo y desamparado, un guía morisco lo sacó del apuro y lo devolvió sano y salvo en compañía de su amada.

Lo que cuenta es que Carlos e Isabel abandonaron Granada el 10 de diciembre de 1526 para no volver jamás a ella. Adiós a cinco meses de pura felicidad por culpa de Francisco I, que no dejaba las andadas, qué va. Nada más firmarse el Tratado de Madrid, todo Dios en Europa, «toda la cristiandad se quedó completamente asombrada ante ese Tratado —de acuerdo con Guicciardini—porque dado que la liberación del francés debía preceder al cumplimiento de sus estipulaciones, todos opinaban que, una vez liberado, Francisco se negaría a entregar Borgoña». Incluso el nuncio papal en la corte de Carlos, un mes antes de la firma de aquel tratado, vio claro que el francés se las iba a devolver todas juntas; pensamiento que ratificó en abril de 1526, cuando soltó estar convencido de que Francisco I alegaría que los tratados firmados bajo coacción tenían la misma validez que un billete seis euros y pico. El papa Clemente VII, en Roma, tres cuartas partes de lo mismo; y el poderoso Wolsey, en Londres —parte interesada en que Francisco rompiera lo dispuesto en el Tratado de Madrid para que regresara el equilibro en Europa—, ídem de ídem.

Hostialidades al canto, en suma. Que te daré entretenimiento en los próximos capítulos, vamos.

Después de leer viene lo de escuchar, ya sabes que el podcast y el post no son iguales.

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@VictorFCorreas

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About Galiana

Escritora, bloguera, podcaster, enamorada de todo lo que huele y sabe a Cultura
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