¿Te has preguntado alguna vez si una disculpa puede cambiar tu perspectiva sobre el pasado? Hoy descubrirás un mensaje que remueve recuerdos largamente enterrados. ¿Cómo enfrentarías una disculpa que llega después de tantos años? ¿Puede el perdón abrir un nuevo camino?

Sumérgete en este relato de reconciliación.

Relato hecho a petición de un tema musical de un lector.

De adicciones y redenciones

Estoy más que convencida que este e-mail te va a sorprender, hace 30 años, más o menos, que no sabemos el uno del otro, y que a pesar de habernos visto por la calle de mi boca no ha salido ni un saludo por pura educación.

No quiero una respuesta, solo me sirve con que leas hasta el final. En tu mano está entenderlo o no. Necesitaba sacar toda la basura mental fuera para poder sanar, y es lo que he hecho.

Lo primero es que no pienses que quiero algo contigo. ¡No, por Dios!, cada cual tiene ya su vida. Simplemente he sentido la necesidad de hacerlo porque, a estas alturas, no quiero llevarme mal con nadie. Necesito esa paz de no cargar un peso a cuestas, de sentir la conciencia tranquila de haber hecho bien las cosas.

Te preguntarás por qué ahora. Yo tampoco lo sé.

Todo empezó un día en clase de Pilates, hace poco. Tu recuerdo me asaltó de repente, sin venir a cuento, y al preguntarme el motivo entendí que a pesar del tiempo y la distancia no he logrado poner cada cosa en su sitio.

Lo nuestro fue solo un rollo de una tarde, ahora lo sé y lo entiendo. Con total posibilidad para ti no tuviera importancia. La lista de chicas que hasta el momento tenías a tus espaldas era bastante larga, o eso me contaron. Sin embargo para mí sí que la tuvo. Por si no lo sabes, aquel beso, aquella tarde, fue la primera y eso no se olvida. Es más, si me concentro aún puedo acordarme de lo que llevabas puesto.

No nos volvimos a ver, el verano se interpuso entre nosotros. Me creé un mundo de fantasías románticas en las que estábamos juntos… Cosas de adolescentes.

Llegó septiembre, unos días antes de empezar las clases te encontré por la calle de la mano de una chica a la que yo conocía. En aquel momento me sentí morir.

Me hicisteis daño, mucho. A día de hoy prefiero pensar que no fuiste consciente de ello. Éramos críos que estaban aprendiendo a manejar ese tipo de situaciones.

Sabía dónde vivía ella, era mi vecina. Todos los días, casi a la misma hora, me ponía de rodillas en el banco que tenía debajo de la ventana de la habitación de casa de mis padres. Miraba hacia la calle, hasta ese lugar donde sabía que en breves momentos aparecerías tú, con tu moto, para ir a recogerla.

Lo sé, lo sé, era masoquista y no me daba cuenta.

Necesitaba sentir esa sensación precedente generalizada. Nerviosismo por todo el cuerpo, era parecido a que me acechara algún peligro. Mi corazón a mil, como mi respiración, me faltaba el aliento. Rompiendo a sudar, daba igual que fuera invierno, y una debilidad absoluta, un cansancio irreal me invadía todo el cuerpo. Solo pensando en ti, sin poder concentrarme en otra cosa. Vamos, lo que se llama ansiedad.

Me volví adicta.

Así estuve durante casi dos años, que se me antojaron eternos, en los que, lo admito, pasé del amor al odio.

Cuando logré superarlo, que me costó mucho, me volví algo hija de puta. Pasármelo bien con cualquiera era mi máxima. Poner parches a un corazón herido hasta que dejara de sangrar. Funcionó.

No, no te estoy reprochando nada. No hay por qué, ya somos adultos y creo que aquello no tuvo importancia. Solo quiero disculparte, necesito hacerlo, tengo que hacerlo. Porque, si no, el cargo de conciencia y el resentimiento no me van a permitir avanzar.  La sensación de que si yo no lo hago contigo mis pecados tampoco serán exculpados. Llámalo egoísmo, paz mental o como quieras…

Gracias por todo lo que aprendí contigo, por aquello que me enseñó la situación. Has sido muy amable leyendo hasta el final y ayudarme a perdonarte, perdonarme y  seguir mí camino.

Un abrazo.

 P.D.: Si me necesitas, ya sabes mi correo. Puedes contar conmigo para cualquier cosa.

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@yugm76