La rendición no existe
La rendición no existe.
Ni las patrias nacen dentro del vientre de una botella.
Seguimos buscando la piel,
la caricia,
el pétalo que arde entre los muslos
de una tarde de lluvia y ángeles.
Seguimos buscando
entre la confusión y el alimento de los idiotas.
Sin descanso excavamos con los dientes
la tumba de la madrugada,
rescatamos el cadáver del mar,
el verbo oxidado que aúlla en la memoria.
Seguimos buscando el camino
que hace curvas y burbujas
y dibuja en el aire
la silueta caliente de una mujer que ríe.
Seguimos ahí,
en mitad del espanto
y las palabras que no conocen el lado oscuro de su historia.
Hombres,
animales,
niños recién traídos a las aceras.
Todos juntos seguimos buscando el sueño póstumo de las inyecciones,
el pecho de cristal que nos de a mamar la esperanza.
Continuamos ahí,
en la inocencia más sucia de los días,
dándole patadas a las puertas del cielo,
estirando las barbas geométricas de Dios,
el sexo oscuro de Dios,
la desesperada soledad de Dios.













