Señora
Señora,
los días de leche ya fueron.
Señora,
los hijos llegan atados a una maleta de miel
y hambre.
Los días que fueron, señora,
las palizas que fueron, señora,
el terror de un catecismo entre las manos de una mujer extranjera
que llega herida de hombres y palomas.
Señora aquí la blasfemia que brama.
Aquí la política ardiendo en fiebre y polución.
Aquí,
más allá de mi nombre,
de la ciudad a la que le crece un cáncer y un siniestro.
Señora ya pasaron los poetas y sus esqueletos de domingo,
las niñitas mansas
que se mueren y se adelgazan en una pantalla,
las niñitas azules que maquillan su bienestar con facturas de la luz
y moratones.
Señora,
yo no estoy loca,
pero los cuervos picotean mi corazón
y yo abro la boca para engullir las esquirlas de la noche,
los semáforos que no funcionan,
la pulpa de las aceras silenciosas.













