Relatos musicales de @yugm76 en febrero 2024: «Bajo a la luz de la luna»

En el vértigo de la pasión prohibida, un encuentro ardiente que desafía los límites del deseo. ¿Qué consecuencias tendrán estos momentos de pasión para sus vidas? ¿Podrán resistirse a la tentación de repetir esta experiencia?

Adéntrate en su mundo, sentirás cada emoción.

Bajo a la luz de la luna

Montamos en la Volkswagen T1 Revival Concept en el aparcamiento del hospital. Allí me habías ido a recoger. Estábamos ilusionados por vivir aquel momento, por sentir la aventura. La expectación, el deseo y la motivación que da el peligro, se notaban en cada poro de nuestra piel. Una mezcla inusual de hormonas hacía que fuéramos una pareja explosiva.

No recorrimos mucha distancia, lo suficiente para que la T1 se quedase mirando a la ciudad en una de las montañas que tenía alrededor. Bajamos un poco las ventanillas, lo justo para que pudiera entrar el frío de aquella noche de invierno, ya que estaban empezando a llenarse de vapor, mientras en la radio sonaban los primeros acordes de “Je t’aime moi non plus”.

No hubo tiempo para más, era tal la lujuria que nos reconcomía por dentro que sin apenas darnos cuenta estábamos en la parte de atrás de la furgoneta, de rodillas sobre el colchón que habías colocado.

Eso no era besarse, era comernos con la boca. Estábamos llenos de ansiedad, pasión y sensualidad que nos recorría de los pies a la cabeza.

Te apretaba con fuerza contra mí, como si fueras a escaparte en algún momento. Incapaz de controlar todo lo que llevaba dentro, las horas de espera y angustia hasta que aquel encuentro fuera real. Tú no te quedabas atrás, tu pasión y deseo podía olerse a distancia. Ambos estábamos listos para aquel momento, lo anhelábamos, ya no había otra salida

Aun de rodillas y sin poder desprender mis labios de tu boca, cuello y escote, te quité la camiseta. La suave luz de la luna que entraba por las ventanillas, me dejó admirar tu figura, la palidez de tu piel, tu sostén y tus pechos que invitaban al placer. Desabroché el sujetador, uno de esos que se abren por delante, liberando así tus senos. Metí mi cabeza en ellos, olvidándome del mundo. Lamiéndolos, mordisqueándolos, recorriendo cada centímetro de su piel con mis manos y boca, mientras tus pezones se endurecían hasta el límite. No sé cuánto tiempo estuve perdido en ellos, podía oír tus jadeos y sentir el gozo que te estaba dando, a la vez que el fuego en mi interior ardía de forma incombustible. 

En un momento en el que ya no aguantaste más me empujaste hacia el colchón. Me quedé ahí, tumbado, deseoso de poseerte, de sentir centímetro a centímetro tu piel. Que mi ser fluyera dentro de ti. Tú no tuviste tanto cuidado, en un tirón brusco me arrancaste la camisa, rompiendo todos los botones, y comenzaste a besar y a lamer mi torso mientras quitabas el cinturón, retirabas la hebilla y metías mano por la bragueta, buscando aquel miembro que ya hacía tiempo que estaba erecto.

Cuanto había esperado este momento, sentir la suavidad de tus manos sobre él. Consiguiendo que creciera más y más, sintiendo tus caricias, tu leve movimiento de arriba a abajo, y después tu boca y tu lengua húmeda. Haciendo que me volviera loco, que casi estallara de placer.

Fuimos recorriendo nuestros cuerpos desnudos a un ritmo frenético, no había un mañana. Cada beso, caricia o abrazo nos llevaba hasta el fin del mundo.

Por fin te sentaste a horcajadas sobre mí. Llegado el momento, ni tú ni yo podíamos contenernos más. ¡Dios!, estabas preciosa, encima de mí, pudiendo contemplarte entera, real. Comencé a subir y a bajar las caderas y tú mantuviste el ritmo sujeta a las agarraderas de las ventanillas de la furgoneta, hasta que decidiste que había llegado el momento y comenzaste a aumentar la cadencia y a tener un compás desenfrenado. Alcanzamos a la vez el clímax.

Te abalanzaste encima, empapada en sudor. Ambos tratando de que nuestra respiración se relajara. De que todo volviera a la normalidad. Dormimos allí, desnudos, envueltos en una manta de esas que a menudo llevas en la furgo, agotados por haber cumplido nuestra fantasía sexual.

Horas después, de vuelta a la realidad, en el ascensor de mi casa no podía parar de pensar en ti, en aquella maravillosa noche que acabábamos de pasar, tanto que creí que iba a volver a excitarme.

Abrí la puerta de la calle mientras decía en voz alta:

—Ya estoy en casa

—¿Qué tal ha ido la noche? ¿Cómo ha ido la guardia? — me preguntó mi esposa.

Dale a la imagen para comprobar el resultado del juego.

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@yugm76

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About Galiana

Escritora, bloguera, podcaster, enamorada de todo lo que huele y sabe a Cultura
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