Permíteme guiarte a través de un relato conmovedor y revelador. En cada inspiración y exhalación descubrirás una historia sobre cómo esta práctica puede cambiar vidas. ¿Cómo puede un método transformar el caos en calma? ¿Qué conexiones se pueden hallar en el silencio?
Te invito a explorar este viaje. ¿Me acompañas?

Redescubriendo el paraíso
Inspiro, expiro, inspiro, expiro…
Empiezo a sentir cada parte de mi cuerpo, cada poro de mi piel, cada célula de mi organismo. Tengo una hora para mí misma, para volver a reencontrarme conmigo y ser consciente del aquí y el ahora. 60 minutos en mi actividad favorita.
Comienzo a relajarme….
Todavía tengo, como digo yo, el carnet de principiante en esto de ser yogui. Reconozco que ya en primer lugar el nombre me hace muchísima gracia. Me recuerda a aquellos dibujos animados que existían cuando era una cría sobre un oso que siempre estaba de buen humor, que tenía una autoestima increíble y una gran pasión por las personas. Quién sabe, a lo mejor le pusieron al personaje el nombre porque se parece mucho a lo que intenta transmitir el yoga, o quizás al revés.
Mis pensamientos ya van fluyendo…
Me acuerdo a la perfección de por qué empecé con esto. Mi vida se había transformado en un auténtico caos, no tenía ni siquiera un clavo ardiendo al que agarrarme. Me sentía sola, desesperada, un despojo de la sociedad. No me importaba nada ni nadie. Era una muerta en vida. La inercia me llevaba por unos derroteros que no había elegido pero en el fondo me daba igual, lo único en lo que pensaba era en que los días fueran pasando de uno a otro sin más.
Cambio de postura y mi mente sigue vagando…
Me viene bien acordarme de todo aquello, en cómo y qué paso. Una vida estructurada, planeada, casi perfecta, se desmoronó y se quedó sin cimientos.
Inspiro profundamente…
Se me viene a la cabeza la que fue mi pareja. Enamoramiento de esos de instituto, de los que llevan juntos toda la vida, de los que se juran amor eterno y esas cosas. De los que buscan la misma ciudad en la que ambos puedan cursar la carrera para no tener que separarse. De los que una vez que terminan y consiguen su primer trabajo se marchan a vivir juntos y a cumplir lo que parecía un sueño. De los que de la noche a la mañana, después de catorce años, un día te suelta que ya no puede más, que se le ha acabado el amor, que no hay terceras personas pero que se marcha, que ya no aguanta, que está harto, etc. Todo esto mientras cierra la maleta y se encamina hacia la puerta.
Expiro con lentitud…
Entonces me quedé hecha polvo. Siendo la comidilla tanto de compañeros, como de padres y alumnos. La directora del centro llegó a ofrecerme una baja por depresión pero no lo acepté, quedaban apenas unas semanas de curso y estaba convencida de que saldría a delante.
Inspiro…
Confieso que aquel verano fue duro, mucho. Demasiados años, tantas costumbres y rutinas que era como si me hubieran arrancado un trozo de mí misma. Hasta que una mañana, paseando al perro, me encontré una publicidad de un lugar donde practicaban yoga que me llamó tanto la atención que decidí preguntar y apuntarme. A fin y al cabo ya no tenía nada que perder.
Expiro…
Hoy por hoy me doy cuenta de que es una de las mejores decisiones que he tomado nunca. No sé el motivo ni cómo funciona con exactitud pero, en poco menos de tres meses, mi vida dio un giro de 180º haciéndome volver a un sitio entre mis recuerdos donde mi felicidad era completa, aunque no lo sabía. Al que vuelvo, mentalmente, cada vez que siento que estoy cayendo en el abismo.
Respiro con suavidad…
Vuelvo a aquella casa del pueblo de mi padre que pensaba que odiaba por estar lejos de la civilización, y, sin embargo, para mí es un remanso de paz. Siento aquellos amaneceres fríos en invierno y tibios en verano en los que el gallo no dejaba de anunciar la madrugada con su cántico. Aquel soportal de la casa donde mi madre me ponía el desayuno mientras el día empezaba, en el que jugué tantas veces con mi abuelo. Mi sitio feliz, mi refugio.
Última expiración…
Pienso, creo y estoy convencida de que todos nosotros, en el fondo de nuestra mente, guardamos un lugar, un recuerdo, una canción, algo que nos hace sentir bien, que nos devuelve a aquel momento o sentimiento que puede conseguir que superemos cualquier cosa.
Todos tenemos nuestro paraíso personal. Ahora, concéntrate y recuerda… ¿Cuál es el tuyo?
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