Relatos musicales de @yugm76 en noviembre: «Detrás del telón de la fama»

En una limusina de lujo, una estrella se enfrenta a un dilema: ¿fama o libertad? ¿Qué secretos esconde su vida de glamour? ¿Cómo reconciliará su verdadera esencia con el estrellato?

Descúbrelo en este relato hipnotizante.

Detrás del telón de la fama

Sé que está lloviendo por el repiqueteo que produce el agua, al caer en los cristales del coche, intensa y a la vez leve, de esas que empapan los campos para que la cosecha sea próspera.

Puedo verla a través de las ventanillas ahumadas de la limusina. Cómo a las personas que les ha pillado, desprevenidas, tratan de mantenerse secas de diferentes maneras: corriendo, tapándose con lo primero que tienen a mano. Señoras con bolsas en la cabeza, hombres de negocio tratando de cubrirse con el maletín o con el periódico, madres “arrastrando” a sus hijos hasta la marquesina de la parada del autobús, esperando que pase la tormenta, si es que pasa.

Todos intentando no mojarse, aunque a mí, en estos momentos, me encantaría descalzarme, salir y ponerme debajo. Marcarme un Gene Kelly en “Cantando bajo la lluvia”, sentir esa libertad que ofrece la naturaleza cuando le da por hacer de la suyas. Me quedo quieta, seca y en completo silencio en la inmensidad de este gran automóvil de lujo.

“Una mujer como tú no debe hacer esas cosas. Tiene que saber comportarse, y pensar en lo que es debido en cada ocasión, ¿Qué creería cualquiera que te viera? ¿Qué estás borracha, drogada, que has perdido la razón? Podrían reconocerte, fotografiarte o grabarte. Aprovecharían la ocasión para sacar tajada y presentar esas imágenes ante cualquier programa de esos de telebasura, en los que de manera continua están detrás de los famosos, intentando pillarles en un renuncio. Aguanta, se fuerte”.

Eso es lo que me está gritando mi cerebro, tan alto que apenas deja oír lo que dice mi corazón: “Sal, disfruta del momento, sé tú misma”. No, no es que no lo escuche, es que hago oídos sordos a ese tipo de consejos, hace mucho tiempo, más del que puedo recordar. Aquella mujer libre que fui se evaporó por completo.

Llegamos al Hotel, uno de lujo, de esos de más de novecientos euros la noche, en el centro de Madrid, entre la Puerta del Sol y el Barrio de las Letras. Apenas hemos tardado veinticinco minutos desde el aeropuerto. Un trayecto que se me ha antojado eterno, el chofer no es de esos que hablan mucho, y aunque lo fuera, me tengo prohibido relacionarme con cualquiera que no pertenezca a mi estatus social. Tan solo un “buenos días”,“buenas tardes” o “buenas noches” junto con la propina son suficientes. No es cuestión de altivez, no. Al contrario, siento un gran respeto y admiración por ellos y por su trabajo, pero me lo dijeron muy clarito cuando empecé en esto de la música: “no dejes que nadie te mire a los ojos, ¡tú mandas!”.

El botones me abre la puerta del coche, sosteniendo un enorme paraguas para que no me moje. Me da la mano, me ayuda a salir, y una sonrisa se dibuja en su cara al reconocerme. Una mueca parecida asoma en mi rostro. Nada de relacionarme con ellos, soy una diva.

Realizo el check-in y me dirijo a mi habitación, que mide lo mismo que un apartamento pequeño en la zona sur. ¡Es enorme!.

Me quito los zapatos, llevan horas matándome ese par de agujas que tienen por tacones y me tumbo en la chaise longue que hay junto a la ventana. Me concedo unos minutos para mí, recordando, pensando, penando.

Parece que fue ayer cuando el que es mi representante se plantó delante de mí, después del “concierto” en aquel bar habilitado al efecto, en mi ciudad natal. Me colmó de elogios, adulándome hasta la saciedad, prometiéndome el estrellato, una carrera de éxitos, la vida en rosa. Todo aquello que fuera imposible para una artista lo conseguiría.

En aquel momento era joven y me lo creí. De alguna manera u otra, él nunca me ha mentido. Ha obtenido casi lo inalcanzable para alguien de mi profesión, haciendo ver lo que siempre dice que soy:“una artista única, irrepetible, sin igual”.

Nadie, excepto él y yo, sabe lo que cuesta conseguir cada trabajo, cada bolo, tapar fake-news o escándalos infundados que pretenden arruinar mi carrera. Esta fue mi decisión, lo que siempre había soñado, lo que yo elegí que fuera mi vida y mi profesión.

El sonido de un mensaje en mi nuevo iPhone de vanguardia me hace escapar de los recuerdos, de mi ensoñación. En su pantalla, la imagen de fondo de la última ciudad en la que di un concierto. Nada personal ni familiar.

Es de mi representante. Lo leo: “Ya estoy abajo, acabo de llegar. Lo que tarde en el check-in y voy para tu suite. Espero que sea de tu agrado. En cuanto suba, hacemos cuentas, y me “pagas” lo convenido”.

Sin saberlo, aquella fatídica noche de hace seis años, le firmé mi alma al diablo, el cual, se salda la cuenta con mi cuerpo.

Este, es el precio de mi fama.

Clica en la ilustración para descubrir la solución al juego

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@yugm76

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About Galiana

Escritora, bloguera, podcaster, enamorada de todo lo que huele y sabe a Cultura
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