Esta semana conoce la historia de una “sirena” escondida que te acompañará hasta el final.
¿Juegas?
La sirena
¿Has oído hablar del mito de las sirenas? Esos seres de la mitología que eran medio mujer, medio pez y que con su canto conseguían que los marineros se arrojaran al mar en su busca, llevándoles así hacia la muerte.
Pues eso es lo que me ha pasado contigo.
Si he de ser sincero, supe desde el principio donde me metía, y el riesgo que conllevaba, aunque supongo que en ese momento me sentí capaz de cualquier cosa. El faro de tus ojos azules me arrastró a tu orilla.
Tu corazón estaba roto en mil pedazos, habías sido víctima de la “persona más cruel que existía sobre la faz de la tierra”, no hago más que citar tus palabras, y no eras capaz de recomponerte. En ese momento, cuál gallardo caballero, decidí ir en tu ayuda, y liberarte a ti y a tu corazón de aquel “dragón” que os tenía atrapados en una torre sin escalera, sin puerta, sólo con una minúscula ventana.
Fue un trabajo duro, nadie con tus heridas confía en otra persona a la primera de cambio. Tu metamorfosis, de oruga a mariposa, fue sucediendo con lentitud mientras que yo también sufría mis propias heridas. En cualquier pelea ambas partes pierden.
Hasta que por fin lo conseguí, un día, no recuerdo con exactitud cuánto tiempo había pasado, estabas ahí, completa, curada, entera, feliz y por qué no decirlo, amándome…
Pero… siempre hay uno, me siento desesperado. En ocasiones, tengo la sensación de estar luchando por algo que jamás voy a conseguir. Construyendo un castillo de cartas que tarde o temprano, con el más leve roce, se derribará. Volviendo una y otra vez a pegar los trozos de un jarrón que cuando parece que ya está, se le empiezan a caer las piezas de nuevo y con cada intento me corto los dedos.
¿Y sabes por qué? Porque a pesar de ser feliz y de haber reconstruido tu corazón con trozos del mío, de haber puesto tu vida, tu felicidad y todo tu mundo antes que yo, sé que hay veces, a pesar de tanto tiempo, aún te acuerdas de él.
Son esos momentos en los que se te borra la sonrisa, se te nubla la mirada, estás ausente… En los que sé que sigues siendo suya. Entonces voy al encuentro de tus ojos, buscándote, buscándome, y sé que al igual que las sirenas arrastran hasta la muerte, yo moriré luchando por tu amor.
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