
Un domingo de febrero, volviendo de Colón hacia Vallecas, Mingote salió a mi encuentro en la calle Ayala. Una placa metálica grabada por el dibujante junto al mercado de la Paz me hizo recordar que, en un momento determinado, mi inmadurez juvenil provocó una recriminación severa dibujada por Mingote y publicada en la prensa.
A él y a tanta otra gente a quien hice daño innecesariamente solo me queda, décadas después, pedirles disculpas.












