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El viento fue testigo de tu Historia,
más los signos de los tiempos
no pudieron desvelar
el sutil perfume que desprende tu alma,
cada vez que navega en dirección prohibida.
Los astros que te acompañan
sonríen,
pues te observan en silencio
mientras atraviesas el cielo,
a través de los compases binarios.
Las nubes
se han desposeido de su aura,
pues en sus ensoñaciones
discrepan entre ellas
acerca de tus indescifrables secretos.
Las estrellas pululan
perdidas en el vacío,
pues las has hechizado de ti.
Pero cuando el viento,
los astros, las nubes, las estrellas y el mar
se convierten en paisajes eternos,
las notas, las claves, los sostenidos, los bemoles y los compases
que lo encuadran,
parecen imitar sin saberlo
el canto de un mirlo blanco,
sobre el Partenón de Atenas.











