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Millones y millones de mujeres y hombres se han sacrificado por ideales religiosos, nacionales o políticos desde el principio de los tiempos.
Los caudillos de turno han aprovechado estos ideales en beneficio personal, y han alcanzado la gloria, la fama y el poder sobre el esfuerzo y los sufrimientos que padecían quienes luchaban de buena fe, con honestidad.
Qué menos que se les dediquen monumentos en muchos lugares, llamas perpetuas en recuerdo de quiénes hicieron la entrega definitiva, la de sus propias vidas.
En otras ocasiones, el coste personal que se ha pagado no se reconoce y de difumina anónimamente en la neblina de la historia.

@JoseRaigal











