Empezar una relación sentimental no es más que conocer a otra persona, así de sencillo y escueto. La cuestión es que en esta vida no podemos abonarnos al “simplismo” ya que los sentimientos no se ajustan a este calificativo.
Explicar los sentimientos que tienes por una persona que no conoce a los familiares, amigos, e incluso a ti que estás leyendo esto, es un galimatías complicadísimo que da lugar a multitud de interpretaciones por lo que voy a intentar hacerlo lo mejor posible.
Mi nueva relación comenzó hace casi un par de meses. Había quedado con unas amigas en un local de moda madrileño, estaban muy interesadas en que saliera ya que todavía no me había recuperado de mi última ruptura sentimental.
Mi madre cada vez que le digo que vuelvo a estar sin pareja me suelta un:
-A ti los novios te duran menos que un caramelo a la puerta de un colegio.
A lo que yo le contesto:
-Mami, el día que entiendas que soy monógama sucesiva dejarás de preocuparte por mi situación sentimental y ganarás en salud.
Volviendo a la noche de autos. Me planté los tacones de aguja, me pinte los labios de rojo, me puse un vestido de ésos que son para lucir palmito, y me fui al local de moda para pasar una velada divertida con mis amigas.
Tengo la fea costumbre de ser puntual, excesivamente. Unos quince minutos antes siempre de la hora fijada me presento donde sea. Entré en el garito sin esperarlas, la noche madrileña en invierno es lo que tiene.
Dejé el abrigo en consigna. La música y las luces de colores tiraban de mí de una manera extraña.
Allí estaba él. Nada más verle las dichosas mariposas del estómago se pusieron a revolotear. No le había visto jamás, pero entre los dos hubo esa química de quienes parece se conocen de siempre.
Caminar hacia donde está un extraño es una locura, pero allá que fui, sin esperar a mis amigas. Podía haber aparentado un choque perfectamente estudiado y planificado, por aquello de no parecer una devora hombres, pero me plante delante de él sin más.
Sin haberle dicho ni como me llamaba me puso una copa en una mano. Me cogió de la otra sin mediar palabra. Me llevó a una zona del local donde la música permite que las personas conversen en un tono normal, sin tener que dar voces. Se mostró como es: inteligente, educado, amable, sofisticado, elegante… la lista de calificativos sigue pero recuerda que te estoy hablando sobre una persona que me tiene totalmente impresionada.
No voy a entretenerme en describirte cómo iba vestido o peinado, son cosas superfluas, y sé que no es realmente lo que quieres que te cuente. A bocajarro te digo que esa misma noche nos fuimos juntos a la cama. Los detalles me los ahorro que no soy de contar intimidades, pero para darte un poco de envidia solo te diré que a la mañana siguiente amanecí en una de las suites del hotel Ritz.
En el lado de la cama dónde él había dormido encontré una nota donde me pedía volver a vernos a la puerta del hotel sobre las diez de la noche. Me invitaba a hacer uso de las instalaciones del hotel si así quería.
El cuento de Cenicienta no es de mis favoritos, así que me duché, me vestí y regresé a mi casa.
En el teléfono tenía unos veinte mil mensajes de mis amigas preguntándome por qué no había acudido a la cita con ellas. Les puse un lacónico:
“He conocido a alguien, ya os contare”.
Pasé el día trabajando en mi nueva novela, ésa que llevo terminando diez años y que nunca veo el momento de ponerle fin. El tiempo se me fue hasta que a las ocho de la tarde miré el reloj. Me duché, me volví a poner el tacón de aguja, un vestido de infarto y me fui en taxi al Ritz.
Llegué a las diez menos cuarto. Él estaba en el vestíbulo esperándome. Cenamos, bailamos y acabamos de nuevo en la suite. A día siguiente una nota con una rosa invitándome a volver.
El juego de dormir ý amanecer en la suite duró más o menos una semana. En esos siete días viví en un bucle donde solo variaban el vestuario y la conversación. No había llamadas telefónicas, ni mensajes de whatsapp durante el día.
La curiosidad en el gremio de los escritores es algo normal con lo que tocaba abrir armarios y cajones buscando algo que me dijera quien era el extraño que me regalaba noches de pasión. La séptima mañana de despertar en la suite del Ritz, después de ducharme y vestirme, curioseé en el interior de los mismos. No había nada, todo estaba vacío. Aquello no cuadraba mucho porque el personal del hotel le trataba como un cliente habitual, conocían sus gustos, sus costumbres, como si viviera allí, no como si se tratase de un huésped ocasional. Me dije a mí misma que tal vez residiera en otra habitación y que la suite solo fuera para deslumbrar a escritoras con pocas ganas de estar solas.
Al bajar le pregunté al de recepción. El recepcionista me dijo que por supuesto era cliente del hotel, pero que la política de privacidad del establecimiento le impedía darme más información.
Me fui a casa pensando, o mejor dicho queriendo saber quién era el tipo con el que llevaba relacionándome una semana. Mi imaginación como bien sabes, es desbordante. En internet no aparecía por ninguna parte, pero no todos estamos en la red. Después de mucho cavilar llegué a la conclusión que por la noche le preguntaría.
En ello estaba cuando llegó un ramo de flores a casa de ésos que te hacen pensar que el chico quiere algo más. En la nota me pedía disculpas por el cambio de planes. En lugar de vernos en el hotel me recogería en la puerta de mi casa para llevarme a un sitio especial.
El lugar especial era un casoplón en uno de los barrios más lujosos de Madrid, donde él vive. En el trayecto no paró de atender el teléfono. Deduje que debía tener negocios por medio mundo porque habló en cinco idiomas diferentes.
Llegamos a la casa y le dio el teléfono a la persona que nos abrió la puerta, diciendo que no le pasarán ninguna llamada. Me llevó directamente a una biblioteca que me dejó en éxtasis. Me preguntó si quería ver el resto de la casa, pero no mostré el más mínimo interés en salir de allí. Estaba absorta mirando los libros, tanto que no me di cuenta de cómo el escritorio se había convertido en una improvisada mesa donde habían puesto un mantel y un servicio para cenar.
– He ordenado que trajeran la cena aquí porque he supuesto que quieres seguir mirando los libros, pero si prefieres vamos al comedor.
Creo que le contesté que estaba bien allí, porque no paraba de leer los títulos de los libros.
Una vez recuperada y muerta de envidia por aquella magnifica biblioteca fui capaz de sentarme a la mesa. Me explicó que la vivienda era propiedad de su familia desde hace generaciones, en ella habían ido haciendo diferentes reformas para adecuarla a los tiempos.
Le deje hablar sobre su familia sin interrumpir. A la hora del postre se levantó. Abrió una de las vitrinas donde los libros estaban y sacó un ejemplar de mi último libro.
-Supongo que no te importará dedicármelo.
La noche fue romántica, pasional, con todo aquello que quieres que te cuente y que no voy a contarte, ya sabes que soy poco dada a hablar sobre mis intimidades.
A estas alturas estarás pensando que estoy poco menos que idiotizada por un hombre que es un misterio, pero no he llegado a ese extremo. Tiene defectos, como todos nosotros, pero totalmente perdonables.
Las noches en el Ritz quedaron atrás desde la cena en la biblioteca de su casa. A las diez viene a buscarme a la mía y su chofer me trae de regreso cuando se lo pido. Desayuno sola, en un silencio tan enorme como el comedor. Supongo que él sale de la casa a trabajar.
El personal de servicio me atiende perfectamente, son amables, educados, pero cuando le preguntó por él las respuesta son del tipo un no se le puede molestar, no está disponible.
Anoche fue especial, de ahí que este contándote todo esto. Me recogió en mi casa a la hora habitual. Cenamos en el comedor. Charlamos en la biblioteca. Nos fuimos a la cama cuando casi estaba amaneciendo. Todo en nuestra normalidad, hasta que…
Me estaba quedando dormida cuando me susurró al oído:
-No soy la persona que crees, ni la que tu desbordante imaginación haya pensado que puedo ser. Cuando llegue este amanecer me amarás y me odiaras a partes iguales. No sabrás por qué estás aquí pero no querrás salir de aquí.
En ese momento pensé que me estaba pidiendo que me fuera vivir con él, lo cual ni me había planteado.
Él siguió:
-No soy una buena persona, ni un ángel aunque te lo parezca…
Debo reconocerte que ahí me entró esa risita tonta que una sabe debe contener para no romper la magia del instante.
Después me besó en el cuello con tanta pasión que hasta podía sentir sus dientes en mi yugular.
Hoy me he levantado muy tarde, tanto que era de noche otra vez. Al despertar me ha sorprendido ver toda mi ropa en el armario del dormitorio, no recuerdo haberla traído. En el baño también estaban todas mis cosas. Me he duchado y vestido con rapidez porque tenía mucha hambre. La puerta de la biblioteca estaba abierta y sobre el escritorio estaba mi ordenador, mis cuadernos y mis plumas.
He entrado en el comedor. Allí está él sonriendo. Me ha besado y me ha preguntado:
-¿Cómo te sientes siendo una criatura de la noche?
Galiana
¡Ojo con los encantadores de serpientes| o quizás… ¡NO!
Galiana, creo que es fantástico el Planteamiento. Es interesante el Medio Nudo, pero queda mucho recorrido para el desenlace que sin duda ya tendrás en el tintero.
Chapó Galiana
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La relación acaba de empezar todavía queda mucho para llegar al final, eso espero.
Gracias
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Hum, sangre fresca… Buen final. Me gusta. Te cuidado con el pollo al ajillo.
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Me gusta más el conejo al ajillo
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Todo tiene sentido, menos dejar la historia sin acabar.
Es un sueño,¿verdad?
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La relación está comenzando, no puedo contar el final de algo que todavía no ha llegado
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Maravillosa sorpresa final. Me has envuelto sutilmente hasta llegar al inesperado y simpático desenlace de este capítulo.
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Me alegro que te haya gustado
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Parece Tolstoy. Esto acaba de empezar!
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Muchas gracias
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Ya veo el comienzo de un posible guión de película.
Quiero que continúe para bien de la escritura.
Escritora Galiana.
Perfecto.
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La relación seguirá y tendremos que ir avanzando en ella
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En este ya he intuido algo, pero hasta la parte del beso pasional en el cuello…!
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Llegas ahí y… Ohhhh!
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