Ahora resulta que todo el mundo conocía los donuts dálmata, como si fueran los más habituales del mercado, como si todos los maderos neoyorquinos los tomaran en sus rondas por el Bronx, como si jamás hubieran existido los donuts de azúcar… pero, cuando se me metieron en el ojo desde una repisa en un supermercado, me llenaron de exotismo guloso y goloso. Sólo las apreturas de los botones de mi chaqueta me impidieron, maldita sea, caer en la tentación.
@JoseRaigal













Ditasea!!!
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