Terminamos una semana donde los días dejan poco respiro al personal. Desde que “La Roja” se volviera de Brasil vapuleada, por mucha vitola de campeona que llevara, hasta hoy vamos de sobresalto en sobresalto.

El lunes Montoro explicó su gran Reforma Fiscal. Mientras su Jefe de filas se llenaba la boca de decir que había bajado los Impuestos, el Ministro de Hacienda confirmaba nuestras sospechas: el IRPF bajaba menos de lo subido cuando llegó al poder, y el resto de Impuestos lo hacían de forma encubierta para compensar.

No repuestos de la maquiavélica Reforma Fiscal, un nuevo sinsentido llegaba en forma de aforamiento. Al Gobierno le han entrado las prisas por aforar al ciudadano Juan Carlos de Borbón, y el PP se ha quedado solo en la Cortes para logarlo. Alguien debería explicarle a Rajoy y los suyos que tanta premura por proteger la figura del Ex Jefe del Estado nos hace pensar que debajo de las alfombras de Zarzuela hay demasiados cadáveres, con todo lo que ello conlleva.

Gallardón, en lugar de solucionar los problemas familiares que tiene a raíz de la huida de su hijo tras un accidente de tráfico, se dedica a hacer apología del aforamiento del ciudadano Juan Carlos diciendo que “no es en su beneficio” sino de la dignidad del país. Podemos entender que el Ministro de Justicia quiere ejercer de paladín del anterior Jefe del Estado, pero la dignidad del país que nos la deje tranquila que bastante tenemos con lo que tenemos.

Juan Carlos tiene el aforamiento casi en el bolsillo y el nuevo Jefe del Estado, su hijo para más señas, no gana para disgustos. Cierto que el Juez Castro estaba esperando que en la Casa Real se movieran las figuras para seguir manteniendo la imputación de Cristina de Borbón por blanqueo y fraude fiscal, y evitar ser acusado de hacer por la República más que Urdangarin y su esposa.

Por si no tuviéramos suficiente con un Gobierno que hace de las suyas con reformas que dejan a los ciudadanos “en bolas” y un juez imputando a la hermana del recién estrenado Jefe del Estado, la Vicepresidente del Banco Europeo de Inversiones, Magdalena Álvarez, presentó, por fin, su dimisión. Sin ánimo de convertirnos en jueces de la encausada, el estar imputada por la jueza Alaya en el caso de los ERE la desacreditaba para ocupar su puesto y debería haber puesto su cargo a disposición en el mismo momento que su nombre apareció en los papeles.

Sin salirnos del tema dimisiones, Willy Meller hizo lo propio como eurodiputado por un fondo de pensiones vinculado a una Sicav. Con lo que hemos pasado de que no dimita ni dios a que conjugarlo en primera persona se haya puesto de moda.

Terminamos recordando a la gran Ana María Matute que nos dejó esta semana quedando para la eternidad su obra, descanse en paz la genial cuentista.

El verano no tiene visos de presentarse tranquilo, confiemos en la providencia para que las semanas venideras traigan algo más de calma.

Galiana