Los lunes toca escuchar conversaciones de fútbol en la barra del bar, en el Metro, en el trabajo… guste o no. El matiz está en que hoy no se habla propiamente de goles, de los árbitros, o del jugador de moda, el tema es Sandro Rosell y su cacareada dimisión como Presidente del Fútbol Club Barcelona.
El fútbol en este país es mucho más que un deporte, mucho más que un sentimiento, mucho más que una afición. Por él la ciudadanía fue capaz de movilizarse y salir a la calle en masa para vitorear a una selección ganadora de un Campeonato del Mundo, que ahí es nada, cuando es incapaz de hacerlo por temas como los recortes en derechos y libertades a los que nos están sometiendo Rajoy y sus Ministros.
Barça, Madrid, Atlético, equipos de moda en la presente campaña, junto a Sevilla, Betis, Bilbao, Real Sociedad y demás nos ayudan a sobrellevar nuestros males, nuestras desgracias e incluso las situaciones límite que vivimos gracias a esta crisis económica e institucional, logran hacernos perder la perspectiva de la realidad.
La realidad, cruel y siempre traicionera, amenaza con poner patas arriba el mundo del fútbol con la posibilidad de convertirse en la chispa que encienda el temido y ansiado estallido social. Que a uno le toquen “sus colores” enciende mucho más que formar parte de la monstruosa Tasa de Desempleo que presenta este país.
La dimisión del Presidente del Barça deja al descubierto que en el fútbol no todo es deporte, que los chanchullos están a la orden del día, que las ingenierías contractuales de jugadores y clubs sirven para eludir pagos al fisco como la cosa más normal del mundo, que en los palcos vip de los estadios de fútbol se hacen negocios de dudosa legalidad.
No vamos a entrar en asuntillos privados entre quienes controlan el cotarro del fútbol, pero sí en lo que nos afecta como ciudadanos. La famosa deuda que los clubs tienen con Hacienda y la Seguridad Social que sobrepasa los 600 millones -si fueran empresas con otra actividad de qué le iban a aplazar los pagos- y que es descaradamente ignorada por el Estado. Con ese dinero, y haciendo demagogia a tope, se podrían pagar Becas para estudiantes, Ayudas para las familias necesitadas, Proyectos de investigación y desarrollo, pero no, Hacienda somos todos menos los clubs de fútbol.
El asunto del contrato de Neymar y la consiguiente dimisión de Rosell van a dar mucho que hablar en los próximos días. Puede que sea el detonante para hacer estallar la burbuja del fútbol con todo lo que ello conlleva, o puede que lo silenciemos porque no estamos para echar gasolina al fuego.
La Liga profesional de fútbol teme que se le caiga el chiringuito. Componendas tiene unas cuantas que no desea ver expuestas, como por ejemplo el tema de los derechos de las televisiones, pero no entremos en más temas polémicos que con lo que hay sobre la mesa ya tenemos suficiente.
Una última cuestión y sin ganas de hacer sangre, que la mancha sale muy mal y no estamos para pagar equipos de limpieza, ¿podemos imaginar cómo sería nuestra sociedad sin fútbol? Miedo nos da la respuesta, porque se puede armar la de San Quintín si nos falta la “droga del fútbol”.
Galiana











