Si yo te preguntara ahora mismo:

—¿Has sentido la necesidad imperiosa de asesinar a alguien?

Tratarías de ser políticamente correcto, me dirías que no.

Como estamos tú y yo a solas te pido que vuelvas a contestar.

Para ponértelo más fácil te voy a confesar que yo sí he deseado asesinar. Es más, lo he planificado y llevado a cabo.

Estás hablando con una asesina, aunque no me he manchado las manos de sangre y no me han pillado nunca.

¿Cómo lo hago? ¿Soy tan sumamente inteligente que he descubierto el crimen perfecto?

Aparta de tu cabeza imaginarme reuniéndome con el líder de una banda albano kosovar. Esto en las series de televisión queda fenomenal, pero soy una mujer de lo más corriente, me muevo en círculos más o menos como los tuyos así que no, no tengo el gusto de conocer a nadie que se dedique a matar por mí. Entre tú y yo lo que gano con la literatura no me da como para contratar a un asesino a sueldo.

Descartada esta opción ya me dirás cómo he asesinado sin mancharme las manos y sin estar entre rejas. Porque, entre nosotros, lo que nos detiene a la hora de cargarnos a otra persona es que no nos apetece nada pasarnos nuestra vida tras unos barrotes.

La solución es muy sencilla. Te has olvidado de mi profesión, soy escritora. Así que sí, he cometido varios asesinatos con mi pluma.

Los psicólogos y psiquiatras tal vez me tachen de psicópata por ir por ahí asesinando. ¿Y tú? ¿También lo crees?

Galiana