Esta sociedad tan tecnológica en la que vivimos está algo más huérfana, desde este espacio hemos intentado ser inmunes a la desaparición de Steve Jobs y para ello hemos emborronado mil cuartillas intentado tratar otros temas de actualidad como la economía o la política pero hemos terminado arrugando el folio y lanzándolo a la papelera. Nos damos por vencidos, es imposible obviar el fallecimiento de una de las personas que revolucionó con sus ideas un mundo que ahora nos parece tan lejano y que tan sólo está a la vuelta de la esquina.
Quien esté pensando que va a leer un obituario lleno de loas a Steve Jobs se equivoca, más que nada porque todo el mundo habla bien de los muertos; tampoco vamos a arrastrarlo por el fango porque no tenemos ningún motivo para hacerlo, sencillamente queremos hacer una reflexión, no sobre la vida y obra de este genio sino sobre algo mucho más banal.
Queremos hacer una invitación a pensar sobre el recorrido desde una papelera llena de inservibles folios arrugados con miles de tachones, al que hacíamos mención en el párrafo anterior, hasta teclear y que aparezcan letras en un espacio en blanco y darle al “suprimir” como forma de destruir una idea que no nos convence. Ese trayecto de cambiar la papelera por un ordenador se lo debemos, en parte, a personas como Steve Jobs.
Los más jóvenes no saben vivir sin tecnología pero los que tenemos cierta edad no pronunciamos nuestra primera palabra por un teléfono móvil, ni tecleamos un ordenador mientras nos salía nuestro primer diente, ni veíamos a nuestros familiares que viven en otro país a través de una pantalla mientras hablamos con ellos, ni…
Steve Jobs, Bill Gate, Mark Zuckerberg, Larry Page y otros muchos cambiaron nuestro mundo de la noche a la mañana; en muy poco tiempo gracias a sus ideas, a su creatividad, a que apostaron por hacer realidad sus visiones consiguieron transformar la sociedad en que vivíamos en algo totalmente distinto.
Ellos y otros muchos han cambiado un mundo marcado por el “yo” para convertirla en un “todos” con tan solo apretar un botón y para ello solo tuvieron que mezclar la ciencia y el arte con grandes dosis de imaginación.
No vamos a concluir con el consabido R.I.P. sino con un gracias Steve Jobs, estés donde estés, por sin tener razones seguir tu corazón.
Galiana