Toda la semana hablando de economía, de esta crisis nuestra de cada día, sumergiéndonos en las páginas salmón como si fuéramos entendidos en temas económicos o tal vez buscando que los tecnócratas y grandes gurús de una buena vez encuentren el modo de hacernos salir de la que tenemos encima, pero solo encontramos palabras y más palabras.
Palabras como las que empleo Merkel para demonizar los eurobonos, palabras que se ha visto obligada a comerse, esperemos que las haya aliñado convenientemente porque a palo seco le han podido producir algún que otro problemilla estomacal, tras mantener el encuentro con Papandreu y tener que hacer florituras para evitar verse en la obligación de forzar a los griegos a abandonar el euro.
Alemania jugando con las palabras mientras Sarkozy elude hacerse la foto junto a Papandreu, el francés ha tenido que dar muchos motivos para salvar a los griegos, a la espera de ver las reacciones de los mercados bursátiles, de una quiebra más que segura y hacer filigranas para mantener a los helenos dentro de la eurozona.
Son tiempos de palabras y motivos para abrazar los eurobonos como los salvadores de esta crisis que nos destruye, pero a la vez evitar que pensemos en ellos como la panacea a todos nuestros males.
Al final lo que queda es que gracias a este nuevo invento, a saber si funciona a estas alturas de la película, la UE va encaminada hacía la temida Europa de las dos velocidades, donde España con su acelerado paso de tortuga intentará resolver su más que complicada situación para poder salir de la lista de países del pelotón de cola.
Ante tanta palabrería y tanto razonamiento tan vacío como carente de contenido haremos caso a los versos del maestro Sabina “Más de cien palabras, más de cien motivos para no cortarnos de un tajo las venas…” porque la situación, dada la coyuntura en la que nos encontramos, es a lo que invita.
Galiana