Hacer ruido tiene sus ventajas e inconvenientes; para quien lo provoca suele ir acompasado de cierta algarabía y para quien lo sufre es incomodo y hasta molesto. El problema del ruido es que llega a todas partes, incluidos aquellos lugares donde no debería llegar salvo que la intención de quienes lo provocan sea llegar hasta allí. Tanto ruido ha hecho el PP con el tema de la deuda pública de las CCAA que la UE ha decidido, de oficio, tomar cartas en el asunto.
De facto no somos una economía intervenida por lo tanto nadie debería decirnos cuanto y de qué forma debemos apretarnos el cinturón, al cual por cierto ya no le quedan más agujeros ni espacio para hacer uno nuevo. Desde la famosa noche del 9 de mayo del pasado año, cuando estuvimos al borde del abismo y nos salvamos al presidir la UE y quien piense que fueron otros los motivos vive engañado, en Bruselas se creen con derecho a poner sus manos sobre nuestra garganta hasta tal punto que tenemos la lengua fuera y la piel se nos está volviendo azul.
La fea costumbre que tiene el PP de levantar alfombras cada vez que recupera el poder alarmando a propios y extraños ha calado en nuestro socios comunitarios y la UE nos pide que subamos el IVA, la luz, el gas, la gasolina, que la reforma laboral sea a su gusto no al acomodo de los trabajadores y empresarios españoles, que se bajen las cotizaciones de la seguridad social de las empresas, que se ponga un techo al gasto público del Estado y de las CCAA (de los Ayuntamiento mejor no hablamos que luego se nos enfada Gallardón); una subida de salarios para incrementar un poder adquisitivo tan deteriorado por la crisis ni está ni se la espera.
Ante este panorama tan desolador la cuestión está en saber si el PP debe seguir haciendo ruido de forma tan torticera, o mejor aún encontrar los motivos que empujan a Rajoy y los suyos a provocar todo este ruido.
Si el PP lo que pretendía con tanto ruido sobre la deuda pública era llamar la atención de la UE, mi más sincera enhorabuena ya lo han conseguido. Ahora bien, Rajoy debería recordar que Judas Iscariote traicionó a Jesús por 30 monedas de plata, el PP lo hace por unas elecciones que salvo cataclismo nadie, ni siquiera su temor por “el efecto Rubalcaba” podrá evitar que se alce con la victoria.
Me viene a la memoria la frase que me enseñó un viejo y querido amigo curtido en mil batallas políticas: “Roma no paga traidores” (palabras del Cónsul Escipión a los hispanos que asesinaron a Viriato mientras dormía para entregárselo). En el PP deben cuidarse mucho porque con toda seguridad en Bruselas tampoco los traidores tengan premio alguno.
Galiana