Estamos en campaña electoral y se supone que lo eclipsa todo, pero no se puede obviar que el mundo no se para porque los españoles tengamos que pensar en quien depositar la confianza para gobernar nuestro Ayuntamiento o nuestra Comunidad Autónoma durante los próximos cuatro años.
El portaaviones francés “Charles de Gaulle” supuestamente desatendió la llamada de socorro que 61 personas inmigrantes le hicieron llegar desde una embarcación a la deriva entre Trípoli y Lampedusa. La OTAN desmiente que el barco estuviera bajo su mandato y Francia niega ser capaz de infringir el derecho marítimo internacional donde queda recogida la obligatoriedad de atender las llamadas de socorro de las embarcaciones próximas así como de prestarles auxilio.
Sea verdad o no la implicación del portaaviones francés o de la OTAN, lo cierto es que 61 personas, de las 72 que iban en ese barco huyendo de los desmanes de Gadafi rumbo a la UE, perdieron la vida en el mar. Los 11 de supervivientes afirman que un helicóptero militar le proporcionó agua y galletas y les aseguro un rescate que jamás se llevo a cabo. Poco importa quienes están implicados, fuera quien fuera les olvidaron abandonándoles a suerte, dejando que murieran 47 etíopes, 7 nigerianos, 7 eritreos, 6 ghaneses y 6 sudaneses, de los cuales 20 eran mujeres, 2 eran niños, uno apenas tenía un año de edad. En su conciencia irá, si es que tienen conciencia, pero es evidente que alguien cometió un delito.
Dando por buena la versión de que ningún barco maniobraba por ahí en la fecha en la que se produjeron los hechos, parece extraño que una zona donde los aviones de la OTAN sobrevuelan a diario ninguno viera nada durante 16 días; que durante ese tiempo nadie tuviera que decidir entre socorrer a unas personas y saltarse las ordenes que anulan la capacidad de voluntad de las personas hasta transformarnos en maquinas sin cerebro impasibles ante una desgracia como esta por la razón de no ser de nuestra competencia.
Hace unos años un buque español socorrió a unos náufragos, también inmigrantes, el capitán del barco fue acusado de saltarse las leyes nacionales e internacionales concernientes al derecho del mar y a la inmigración por establecer por encima de todas esas normas creadas por el hombre la ley de la naturaleza; esa que dice que los animales se ayudan los unos a los otros a sobrevivir sin importar la especie. El hombre se cree mejor que un animal y deja que sucedan atrocidades de este calibre sin asumir culpas porque la ley del mar debe ser que no contempla este supuesto.
Galiana