El fútbol de momento ha pasado a un segundo plano, por lo menos hasta el fin de semana que estaremos atentos para saber si el Barça es campeón de Liga; mientras tanto, algunos asuntos recuperan la importancia que nunca debieron dejar de tener.
La resaca postpartido nos ha hecho descubrir a Obama I “El Ejecutor”, con su Nobel de la Paz y todo lo que quieras incluido, pero con licencia para matar al más puro estilo James Bond.
Con esa carita de no haber roto un plato ha hecho realidad el lema de su campaña electoral, el famoso “Yes we can”; erigiéndose en el justiciero que nadie ha pedido, ni nadie imaginaba iba a llegar a ser.
Quiero suponer desde la más impoluta de las inocencias que ejecutar al asesino Bin Laden, sin juicios y sin ley alguna que valga, no tenga nada que ver con la caída de la popularidad del Presidente de los EEUU antes de cometer esta atrocidad; que su equipo no pensó en llevar a cabo una villanía de tal calibre, a pesar de ser aclamada mundialmente, como un acto de obligado cumplimiento para repuntar su carisma algo decaído internacionalmente gracias al elevado protagonismo de Sarkozy en el asunto de Libia.
El mundo aplaude que la CIA obtuviera información sobre el terrorista Osama mediante interrogatorios con la técnica del waterboarding, para que todos nos entendamos la tortura por “ahogamiento simulado”, la cual el propio Obama prohibió y de ahí que se adjudique la obtención de los informes que llevaron a la captura y ejecución de Bin Laden en las instalaciones de Guantánamo por la administración Busch.
En esta década hemos cambiado mucho, antes cualquier acción fuera del Estado de Derecho la condenábamos, no queríamos ni verla, nos asqueaba, nos provocaba vómito intelectual, prueba de ello fue el controvertido asunto de los GAL.
Ahora justificamos la venganza como algo natural por los fallecidos como consecuencia del 11-S; respaldamos ejecuciones como el modo de librar al mundo de matanzas similares al 11-M o al 7-J.
No será que nos hemos puesto la venda en los ojos y nos negamos a llamar a lo sucedido sencillamente por su nombre. Da vértigo decir que EEUU, la mayor potencia mundial, práctica, sin ningún tipo de pudor y con la aprobación del mundo entero, terrorismo de Estado.
Galiana