En este país tenemos la fea costumbre de utilizar el latiguillo “todo vale” como la cosa más normal del mundo, es más, hacemos de ello una virtud. La cuestión es que tengo el firme convencimiento que es esgrimido por los ignorantes de turno, quienes dada su incapacidad de elaborar una argumentación coherente se escudan en algo tan simple para tratar de dotar su discurso de ciertas dosis de grandilocuencia. Lo lamento, pero no; lo único que demuestran es una mala disimulada incapacidad de alcanzar otro tipo de recursos con los que defenestrar el asunto de turno.
Desde hace tiempo nuestros políticos y los medios de comunicación, que no olvidemos son sus “palmeros” a la hora de difundir sus elocuentes discursos, han perdido el decoro y las buenas maneras, plagan los mismos de insultos, ofensas, humillaciones y demás con una impunidad asombrosa.
Los políticos se escudan en que su cargo público les protege de cuanto digan; los medios de comunicación se amparan en que son meros altavoces de las palabras de “fulanito” o “menganito”. El problema no está en lo que unos digan y otros difundan, el asunto radica en que nos hemos acostumbrado a las vejaciones y hasta nos parecen normales.
Escuchar a un político decir de su rival que es la personificación del mal nos resulta gracioso, lo disfrutamos tanto como si fuera una bravuconada de Torrente. Que un periodista le diga a un político en un programa de radio, casi todos los días, “Marycomplejines” lo calificamos de divertimento nacional.
Que el Presidente del Gobierno sea calificado de mendigo de treguas, de traidor a los muertos, de triturador constitucional nos importa un “carajo” y lo repetimos tal cual ante los amigos, los compañeros de trabajo, o en la peluquería, como lo más normal del mundo, sin ser consciente que nos convertimos en cómplices de un delito de injurias. El Código Penal entiende como tal la acción o expresión que lesionan la dignidad de otra persona, menoscabando su fama o atentando contra su propia estimación, y en casos de hacerse con publicidad se castigan con la pena de multa de seis a catorce meses.
Hemos llegado hasta tal punto de absurdez a la hora de admitir los agravios como parte del lenguaje de los políticos y los medios de comunicación que ver el escudo de los terroristas sobreimpresionado en unas imágenes del Presidente y del Vicepresidente del Gobierno en el informativo de una cadena de televisión autonómica me hace recordar las palabras del Presidente Bono cuando dirigía los designios de los castellano manchegos: “Hagamos lo que debamos, aunque debamos lo que hagamos”
Tanta ignorancia, tanta incapacidad, tanta falta de imaginación, tanta incultura, tanta mala educación me provocan un incontenible vómito intelectual.
Señorías del Congreso, compañeros de profesión, me ahorrare el sustantivo utilizado por el genial cómico Groucho Marx en su frase “Disculpen si les llamo caballeros, pero es que no les conozco muy bien” dado que tanto unos como otros se han retratado con sus palabras me permito recordarles que todo no vale, ni en política ni en información.
Galiana