Los fines de semana deberían ser días para descansar de toda la semana y recuperar fuerzas para la siguiente, pero me temo que no estamos por la labor.
El viernes, el Superministro nos anunció que desde el 7 de marzo deberemos pisar el freno y no superar los 110Km/h, y claro al Gobierno le han arreciado las críticas por doquier.
Tal como lo explicó Rubalcaba, con la desafortunada palabra improvisación de por medio, podía parecer desde una estupidez, una pamplinería, una medida de cara a la galería, e incluso un guiño a los ecologistas. Lo preocupante es que el anuncio esconde algo más.
España, nos guste o no, depende en demasía del petróleo. Las revueltas en Libia, con independencia de cómo se resuelva la cuestión, suponen que dentro de unos meses el litro de combustible va a subir entre 20 y 30 céntimos. Un incremento del carburante en tiempos de bonanza es asumible por el Estado y por los ciudadanos, aunque se proteste mucho en los bares con los amigos; una subida, en medio de esta crisis tan demoledora, es inasumible para ambas partes. El Gobierno no puede afrontar la factura de los hidrocarburos que necesitamos, los empresarios y trabajadores tampoco.
De seguir esto así las ciudades no podrán tener alumbrado público ya que los Ayuntamientos no podrán hacer frente a los pagos, las carreteras tampoco estarán iluminadas porque el Ministerio no podrá abonar el coste.
Ante toda esta situación tan abrumadora nuestros políticos se pasan el fin de semana lanzándose «puyitas» los unos a los otros, pero nadie aporta una solución. Es tiempo de precampaña electoral y con desprestigiar al rival ya tienen bastante. Francamente, para eso mejor se quedan en casa disfrutando de sus familias o viendo la televisión.
Televisión es lo que vemos los ciudadanos, concursos, reality show, cualquier cosa que no nos haga pensar. Nos basta con saber si el Real Madrid está a 7 puntos el Barça; con alegrarnos porque Bardem no ha recibido el “Oscar” en justo “castigo” por no enseñarnos la carita de su hijo al nacer. Estamos tan hipnotizados por la “Caja tonta” que ni siquiera nos escandalizamos porque una mujer acuse, en un programa matinal, a su cónyuge del asesinato de una niña cuando días antes, declarando en el juicio, inculpó a su cuñada para salvar a su marido.
Ha pasado el fin de semana, volvemos a nuestra rutina. Con un gesto de resignación comentaremos con los compañeros de trabajo o los amigos que el Gobierno, con la medida de los 110km/h, se va a inflar a poner multas porque de alguna manera nos tiene que “sacar los cuartos”.
Galiana